Soy la segunda de la izquierda y mi sudadera es antifa-fa-fa

Mihai era un joven corresponsal de Lumea(El mundo), una revista rumana sobre política exterior. Algunos meses antes, la vigilancia y escucha microfónica que Elena Ceaucescu me había ordenado realizar con su hija, Zoia, reveló que Mihai se había convertido en su amigo preferido. Elena lo había rechazado mucho antes de que Zoia emperaza a hablar de él. Para empezar, los padres de Mihai eran demasiado insignificante, incultos y sin estilo. «Fíjate qué andares tiene.

Ella es patizamba y culona y tiene los pies torcidos hacia adentro», solía decir Elena, examinando las fotos y películas clandestinas que se hacían de los padres de Mihai. Sin embargo, fue el día que vio por primera vez una foto de Mihai con pantalones vaqueros cuando empezó a detestarlo verdaderamente. «Qué mal gusto», sentenció, tras lo cual también Mihai pasó a estar vigilado continuamente.

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