El travelo con un bicho en la cabeza.

Ahora la lleva blanca. Pero yo sigo viéndosela roja. La bufanda. Cuando le conocí (Eurobuilding. 1976. Santiago Carrillo presentaba su libro Eurocomunismo y Estado. Era el retomo de las gloriosas momias del pasado y del exilio: Pasionaria, Lister, Ajuriaguerra, Alberti, Tarradellas...) cuando le conocí, a Umbral, digo, la llevaba roja: rodeándole el cuello como a un noble tribuno, y cayéndole en estudiada negligée por el pecho y por la espalda. Dejaba que las niñas Paloma Segrelles y Fran Garrigues y Mercedes Areilza le creyesen «el mito erótico del partido». Y, espejo/revés del príncipe encantado, él practicaba el ensalmo del desencanto, para convencerlas de que ni mito, ni erótico, ni del partido. No. Nunca fue militón de ficha ni del PCE, ni del PSP, ni mucho menos ivade retro! del PSOE. Fue sencillamente un rojo. Un ciudadano de izquierdas, republicano, anticlerical, agnóstico, obrerista, juvenil, incendiario, ácrata, revolucionario, espectacular, mujeriego, noctámbulo, amigo de drogatas, de punks, de putas, de golfos... Un perdido en la gran ciudad. Un desclasao en el gremio de la pluma. Un legionario del rojerío, sin cuartel, ni municiones, ni trinchera. El iba por libre. Cuerpo de sibarita. Alma de élite. Bolsillo de pobre. Y corazón de océano.

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