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El gobierno egipcio ha declarado la guerra abierta contra los militantes islámicos y ordenado a la policía que «disparen a matar», lo que está llevando a Egipto a vivir una situación de violencia sin precedentes. Los extremistas islámicos encontrarán sin duda un gran estímulo en su lucha, después de que el jeque ciego Omar AbdelRahmán -residente en New Jersey, Estados Unidos- justificara en una entrevista al periódico árabe Al-Hayat, los ataques contra los turistas en Egipto. El Gobierno egipcio ha prohibido la venta de Al-Hayat en todo el país, tras conocerse el contenido de la entrevista, pero el boca a boca está logrando romper la censura. 

Según fuentes oficiales, los integristas, que han atacado a la policía, cristianos y turistas y pretenden transformar el actual estado en uno islámico, son pocos y serán reducidos muy pronto. Sin embargo, la apreciación optimista de las fuentes gubernamentales se contradicen con la realidad. Desde que la violencia extremista comenzó hace un año, no ha hecho sino incrementarse el número de muertes. 


La cifra de víctimas ha dado un salto significativo desde finales del mes de febrero hasta ese mes, el número de muertes en casi un año llega a los 80. Ahora, en sólo una semana ha habido 42 víctimas, en su mayor parte debido a las campañas represivas de la policía, que no se anda con contemplaciones. Precisamente esta es la denuncia de activistas de los derechos humanos y de intelectuales liberales, que ven que los enfrentamientos entre militantes radicales y policías puede entrar en un círculo vicioso de asesinatos que puede desestabilizar definitivamente al país. 

Ayer, sorpresivamente en Al-Ahram Weekly, semanario en inglés del diario gubernamental del mismo nombre, el escritor Nabil Abdel Fatah argumentó que «de todos los puntos débiles que tiene la política de seguridad egipcia, el más peligroso es la transformación de la lucha contra los grupos radicales islámicos en una serie de represalias de asesinatos, con la legitimidad de las fuerzas de seguridad del Estado, abandonando su dignidad, y aceptando la lógica y los valores de la venganza tradicional». 

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