El árbol de los amigos

Estas palabras concuerdan perfectamente con las de Lope, pero ¿podemos relacionarlas con lo que entendemos por amor platónico o con su derivación, el amor udrí? El ejemplo más notorio del primero se encuentra en la Vita nuova de Dante, donde el poeta expresa sus sentimientos por Beatriz, a la que vió por primera vez en una fiesta cuando él contaba nueve años y ella ocho. «Llevaba un indumento de nobilísmo, sencillo y recatado color bermejo e iba ceñida y adornada de la guisa que cumplía a su juvenil edad», explica, añadiendo: «el espíritu vital que en lo recóndito del corazón tiene su morada, comenzó a latir con tanta fuerza que se mostraba horriblemente en las menores pulsaciones». En esta última frase se adivina algo del «estado» descrito por Platón. Bastante más alejada queda la conclusión udrí. Su máximo representante, el poeta turco Fuzuli, en su extenso poema Leyla y Mecnún, expone el tema de la renuncia. 

Kays, enamorado como Dante desde su infancia de Leyla, correspondido pero separado de ella por sus padres, parte al desierto para entregarse en soledad a su amor. Pronto es conocido como «mecnún», esto es «loco», pues admite sólo la compañía de los animales, a los que habla de su amada. Viuda Leyla, finalmente libre, parte en su busca. Al hallarse uno delante de otro, sin embargo, de momento, no se reconocen. Después Mecnún la invita a renunciar a la realización de su amor: «El amor no requiere unirse con la amada, le consuela su ilusión,/ la amada no puede existir fuera de sus sueños. Esta conclusión, en apariencia, se aparta bastante de las palabras de Diotima y también de las de Lope, pero no hay que olvidar que lo que caracteriza a Mecnún es su «estado» de locura y que su aspiración es «seguir» amando.


Este «seguir», seguir en movimiento hacia el amado, es el eros, el deseo sin fin. En este punto, en este espacio que salvar que deja entrever el enigma (móvil de amor: curiosidad extrema, ansia de conocimiento) y que convierte al objetivo en promesa y esperanza y al presente en nostalgia, pues tiende a un punto potencial, no actual, se encuentra la verdadera clave. Esta nostalgia, al igual que el deseo, está avalada por la proyección de la propia imaginación. Leyla y Mecnún mueren sin haber consumado su amor, del mismo modo que mueren, habiéndolo consumado, Tristán e Isolda, que siguen en el eros hasta el final pues el obstáculo existente entre ambos los mantiene incesantemente en aquel movimiento. 

Y fijémonos en las últimas palabras de la Isolsa wagneriana: «En el todo que respira al aliento del mundo, ahogarse, hundirse...» Su aspiración estriba, pues, en integrarse en uno mismo, incorporar, hacer propio -poseer-, convertir al otro en alimento y convertirse en el otro, ya de modo espiritural, ya material: «Su saliva sobrepasa el vino» «mis labios son aguada dulce y fresca», canta Hafsa, enamorada de Abu Ya'far. Y dice el Cantar de los cantares: «Panal están tus labios destilando,/y en leche y miel tu lengua está nadando», «tu ombligo es una taza circular,/llena de un licor dulce muy preciado;/montón de trigo es tu vientre hermoso». 

Alimento, eso es también el amor («comunión canibal», solicité yo misma). Más sea bajo esta forma o bajo otra, lo cierto es que difícilmente se llega a atrapar. De todos modos que se cumpla el eros en la muerte, sólo los muertos podrían confirmarlo; que el amor lleva a la muerte lo demuestra por lo menos la mantis religiosa, a lo largo de cuyo prolongadísimo acto, si ella no matara al macho éste moriría, sin duda, de consunción. Lo que sí es absolutamente cierto es que el amor, ese impulso genésico, es el único modo de vencer momentáneamente la muerte, que se trata de la misma fuerza vital que alienta en todo ser. Por ello resultó tan exacto decir que su ausencia es la muerte. Es, ciertamente, aquel «estado» descrito por Platón, que en el hombre se sublimará dando la primacía al intelecto, o lo lanzará a la aventura, aunque sea de una noche. Y responde a las palabras de Lope de Vega, pues es el cuerpo su asiento, aunque éste modifique los caminos de la mente y haga «olvidar el provecho, amar el daño;/creer que un cielo en un infierno cabe».

Comentarios

  1. Vaya, pues yo soy la hoja/amigo ignorado en el msn... qué mala suerte

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  2. Ah, y T_D_S P_T_S

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