Huelga de mi

En este sentido la Iglesia está confrontada con una inmensa responsabilidad primordialmente religiosa, pero desde ella con una inmensa responsabilidad moral y cultural en nuestro país. ¿A dónde fueron los tiempos en que hablábamos de la ética civil? ¿Por qué quienes llegaron al poder han hecho silencio absoluto sobre ella? ¿Por qué esa reducción de todo a política? Y se identifica la verdad con las estadísticas, y la libertad con la adhesión al progresismo establecido por las urnas. ¡Hay que invocar a Antígona de nuevo!Estamos ante una nueva era de libertad necesaria. A ella la Iglesia debe colaborar desde su peculiar aportación: el evangelio como noticia del Dios real, señor y garantía de la vida del hombre.

En los refugios, donde millares de cristianos tratan de salvarse de las bombas de sus líderes no hay, por supuesto, mucho ánimo para el cálculo político. Se comparte lo poco que se consigue en el día. Pan, unas cuantas gaseosas, velas. No hay agua ni electricidad, y el invierno es uno de los más rigurosos de las últimas décadas. Es en esas catacumbas donde los cristianos parecen haberse dado cuenta que el general subestimó la fuerza de sus adversarios. En más de dos semanas de combates, el doctor sigue dando conferencias de prensa en el cuartel general de las «FL» en el barrio costanero de Karantina, tristemente célebre por las masacres de palestinos a manos de milicianos falangistas en 1975. Esta lucha, insisten el general y el doctor, es a muerte. Y ninguno de los dos parece darle mucha importancia al hecho de que millares de milicianos tienen hermanos en el Ejército. «Aun y su pandilla quieren echarnos al mar. Que ilusión», dice Richard, un miliciano.

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