Los comunistas rusos no están para bromas

La sede central del Partido Comunista de Rusia (PCR) se encuentra muy cerca del edificio renovado del Antiguo Circo de Moscú, en cuya puerta principal destaca un monumento al payaso soviético Yuri Nikulin. Pero a los neocomunistas rusos no les gusta nada gastar bromas circenses. Y menos todavía a su vetusto líder Guenadi Andreyevich Ziuganov.

Ziuganov se ríe poco en público. Y, aunque de cara a las elecciones legislativas de mañana previsiblemente mejorarán sus resultados, hace un discurso muy serio y ortodoxo en el que incluso acepta la figura de José Stalin como una parte importante de la historia de Rusia. «Bajo Stalin vivimos 30 años sin corrupción. Ésa es nuestra historia», dijo recientemente.

Desde febrero de 1993, Ziuganov dirige el PCR, heredero ideológico del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), y que tocó techo político en las elecciones presidenciales de 1996 cuando alcanzó el 32% de los votos, a tres puntos porcentuales de Boris Yeltsin.

El dirigente comunista critica por sistema la política doméstica del Gobierno sobre la base de que el primer ministro, Vladimir Putin -verdadero hombre fuerte de Rusia- no está haciendo nada por el ciudadano de a pie y sólo beneficia a las llamadas oligarquías financieras, sin potenciar así el crecimiento económico y la distribución de la riqueza.

Ideológicamente evoca «el socialismo renovado del siglo XXI», pero su retórica arremete contra el capitalismo. También se perciben toques patriotas y una relación tolerante con la religión.

En política internacional suele ser más antioccidental que el Kremlin y no esconde su oposición a la expansión de la OTAN hacia el Cáucaso -en especial hacia Georgia tras la guerra de 2008- y a la iniciativa de Estados Unidos de emplazar un escudo antimisiles en Europa.

En materia de irregularidades electorales, Ziuganov ya envió hace dos semanas una carta a la Fiscalía General de Rusia quejándose de que la mayoría de los casos de fraude no reciben «una respuesta oportuna» por parte de las fuerzas de seguridad y comisiones electorales, e incluso son «organizados por ellas».

Sin duda, resulta emblemático el caso de Tula, una región famosa por sus samovares, donde las compañías de anuncios se niegan a vender a los comunistas sus vallas y espacios publicitarios afirmando que a veces reciben órdenes «de arriba». Así lo ha denunciado a Reuters Valentina Mishina, jefe de la campaña provincial del PCR.

Mishina asegura que la policía detuvo una furgoneta de reparto y confiscó 84.000 copias de un periódico de propaganda electoral donde aparecía Stalin y un puño comunista golpeaban al oso azul que representa a Rusia Unida. «Están haciendo todo lo que pueden para que nuestro resultado sea peor», concluye.

El PCR, que tiene actualmente unos 150.000 afiliados repartidos en 81 secciones regionales, la mayoría de ellos pensionistas y obreros de mediana edad, mantiene ahora la segunda posición dentro de la Duma Estatal con 57 escaños, muy lejos de los 157 diputados que obtuvo en 1995. Entonces el Parlamento llegó a tener incluso un presidente comunista, el periodista Guenadi Selezniov, otrora director del legendario 'Pravda'. Sin embargo, aquel 24,3% de los votos no le dio la mayoría en la Cámara porque todos los grupos políticos contrarios y muchos independientes se unieron en contra de la marea roja.

Ahora, todos los sondeos auguran que los candidatos agrupados alrededor de la hoz y el martillo saldrán bien parados en la cita con las urnas. Según la última encuesta del prestigioso Centro Levada, realizada a finales de noviembre, los comunistas podrían llegar a los 94 escaños. Otro instituto demoscópico les da 82. En cualquier caso, toda esa sangría de votos procedería de Rusia Unida, desgastada por el poder.

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