Llorar buscando votos

¿Son las lágrimas una buena estrategia para arañar un puñado de votos? La pregunta se la formulaban ayer todos los expertos demoscópicos a la luz de la debilidad del candidato republicano Newt Gingrich, que rompió a llorar el viernes en Iowa al recordar los últimos años de vida de su madre.

Ocurrió en un evento con un grupo de madres conservadoras cuando el moderador le preguntó al candidato qué detalles recordaba de la suya. «La recuerdo feliz», explicó Gingrich, «amando la vida y disfrutando de sus amigas. Pero al final de su vida sufrió una depresión y un trastorno bipolar. Aquello me introdujo en los problemas de las personas dependientes y en la enfermedad del Alzheimer». Para entonces Gingrich estaba llorando a moco tendido y entre el público reinaba un silencio sepulcral. Sólo se oían los flashes de los fotógrafos, decididos a retratar uno de los instantes decisivos de la campaña electoral.

El candidato enseguida se excusó entre lágrimas: «Lo ve. Me estoy emocionando mucho. Pero es que estoy hablando de problemas reales de personas reales en mi familia. Esto no son teorías. Hablo de mi madre». Las espectadoras arroparon sus palabras con una calurosa ovación y el candidato lo arregló con una risa nerviosa.

El episodio enseguida cobró vida propia en los canales de noticias, que reprodujeron sin descanso las lágrimas del candidato y se preguntaron si podrían ser un revulsivo para ganar. A tan sólo cuatro días del arranque de las primarias, Gingrich se ha desplomado en los sondeos por el impacto de los anuncios negativos de otros candidatos, que han recordado sus infidelidades a un electorado muy conservador.

Gingrich se había destapado a principios de diciembre como el favorito del ala derecha del partido, que no se fía de Mitt Romney porque es mormón y cambia demasiado de opinión. Pero en los últimos días su burbuja se ha desinflado y el voto conservador se ha decantado por candidatos como el libertario Ron Paul o el católico Rick Santorum, que podrían dar la sorpresa en los caucus de Iowa que se celebran el próximo martes.

Todos aquí comparan la llantina de Gingrich con la de Hillary Clinton, cuyos ojos se llenaron de lágrimas justo después de su humillante derrota de Iowa en enero de 2008. Una mujer le preguntó cómo podía seguir siendo optimista y ella respondió con la voz rota: «Esto es muy personal para mí... Algunos piensan que las elecciones son un juego pero no es verdad. Son importantes para nosotros y para nuestros hijos». Unos días después, la candidata ganó las primarias de New Hampshire y estiró la batalla contra Obama hasta los últimos días de la primavera.

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