Escribiendo una novela negra

Carme Riera prueba suerte en la novela negra con Naturaleza casi muerta (Alfaguara), pero compensa esos primeros pasos en un territorio virgen hasta ahora para ella con su profundo conocimiento de los campus universitarios, escenario en el que se suceden una serie de extraños crímenes a partir de la desaparición de un estudiante rumano del programa Erasmus. 

«Si Èmile Zola viviera hoy escribiría novela negra», señala la ensayista, escritora y catedrática de literatura. Se refiere a la capacidad del actual -renovado- género para hablar en profundidad de la conflictividad social, para criticar las estructuras de poder, el modo en el que funciona el mundo. 
«Hoy son escritores como Mankell, Donna Leon y tantos otros los que son capaces de poner el dedo en la llaga, de alertar sobre lo que está pasando. Detrás de las intrigas que plantean son capaces de ejercer una crítica feroz contra determinados medios, ambientes y personas». 

En su caso, el blanco está claro: la Universidad y su proceso de descomposición. En Naturaleza casi muerta todo transcurre en el campus de la Universidad Autónoma -en el que la escritora imparte sus clases-, en un momento de agitación, cuando los piquetes antibolonia ocupaban el centro de la noticia. «Hoy el conflicto aún está más acentuado con los recortes. Las universidades cada vez se parecen más a las cadenas de televisión. Lo que prima es la necesidad de conseguir fondos, de atraer clientes». 
Riera critica el hecho de que los alumnos con pocos recursos no puedan acceder a los másters, mientras que cada vez hay más estudiantes de países como China que se matriculan en nuestras universidades «en muchos casos sin controlar el idioma». 

«Llegará un día en el que no se podrá suspender a nadie porque tendrá mala prensa. Ya en Estados Unidos es algo que empieza a aplicarse, lo que sucede es que allí los buenos alumnos sin medios cuentan con becas que les permiten desarrollar su talento. Nosotros no imitamos lo bueno de ese sistema educativo, sino lo peor».

No es nada optimista Carme Riera. «En España el drama se acentúa por el recorte en investigación, donde está el futuro de un país, el motor de su crecimiento. En vez de impulsarla lo que se hace es estimular que los jóvenes se marchen fuera». 

Toda esta problemática está presente en una novela que se inscribe en la tradición de las novelas de campus, mucho más habituales en el mundo anglosajón.

«Los campus son macrocosmos en los que cabe todo: la ambición, el poder, las intrigas, el sexo...», señala la autora mallorquina, quien también da cabida en su libro al problema de la emigración, a la xenofobia y a la distancia generacional entre alumnos y profesores, separados por sus ideales y por la grieta que ha abierto entre ellos la aparición de las nuevas tecnologías, de los nuevos lenguajes. 

Dicho todo esto, los amantes del género no pueden quedarse sin saber que Riera rinde homenaje a uno de sus maestro, Manuel Vázquez Montalbán. El nombre de la subinspectora, Manuela Vázquez, lo dice todo. «Si en algo no se parece a Carvalho», dice Riera, «es en sus dotes para la cocina». 
«De Montalbán he aprendido mucho, sobre todo a construir las tramas, y también de Donna Leon, y de Mankell. Me he pasado dos años leyendo novela negra para poder asumir el reto de escribir una», reconoce. «¡Cuánto ha llovido desde Agatha Christie, madre mía!», exclama.

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