Del cine a la novela

«Ha sido aquí, en el patio principal del palacio, a solas, donde he leído a Aspasia de Mileto con tu letra infantil. He sentido su voz en todo momento, de niña cuando era niña en Mileto, de púber cuando fue doncella en este mismo palacio, de adolescente en Esparta y de mujer en Atenas». Quien habla es Alejandro Magno, que se dirige a su abuela Eurídice, encargada de transcribir para él la vida entera de la mentada Aspasia de Mileto. Estamos en la Grecia antigua, aunque el momento preciso en el que el hijo del rey de Macedonia dicta las líneas de arriba se encuentra en Babilonia. ¿Complicado? Pues paciencia. Puede serlo aún más. En realidad, el que escribe es el cineasta Julio Medem, y lo hace desde Los Ángeles, empeñado en recostruir a lo largo de 800 densas páginas la vida entera de una de las mujeres más fascinantes y ocultas de la Historia de la Humanidad. Título de la novela: Aspasia, amante de Atenas (Espasa). 

Cuenta el autor que su aventura equinoccial desde el cine a la novela es, en realidad, producto de un fracaso. La idea original de cualquiera que se dedica al cine es hacer cine. Y así fue en el caso del director de Habitación en Roma. «Tenía pensado un complicado y ambicioso proyecto multimedia. Hace siete años empecé a leer todo lo que caía en mis manos de los griegos.

Me fascinó, sobre todo, el siglo de Pericles. Ahí descubrí la historia de amor entre Aspasia y el propio Pericles», relata pausado el director (¿o era escritor?). Justo en ese momento nació el proyecto de contar a la vez la misma historia desde dos puntos de vista y desde dos, digamos, sitios completamente opuestos: una película y una novela. «Pericles contaba a Eurípides el cominezo de la guerra del Peloponeso y le relataba su historia de amor. Porque, en realidad, sospechaba que Eurípides podía tener algo con Aspasia», dice, se toma un segundo y... desvela el gran plan: «La película sería desde el punto de vista de Aspasia y el libro desde el de Pericles». Habíamos dicho que la cosa se podía complicar. Y se complicó. 

Desgraciadamente, digámoslo así, el asunto no cuajó. «El presupuesto fue menguando y la ambición con él. Y llegó un momento en que lo mejor era dejarlo y empezar de cero con otra propuesta». Y esa otra porpuesta es la novela voluminosa y adjetivada que ve ahora la luz. ¿Se siente novelista o cineasta? «Esto ha sido una excepción, un proyecto único que me ha dejado completamente exhausto», dice. Se niega Medem a trazar ningún tipo de paralelismo entre la realidad de hoy y la de entonces («Lo importante era Aspasia. Seguir su voz de forma precisa»); no quiere siquiera que, pese a ciertos formalismos que ligan su asentada filmografía con su neonata novelística, nadie reconozca influencia ninguna con su trabajo anterior («No puedo evitar ser quien soy e imagino que no es difícil encontrar similitudes, pero no son forzadas ni buscadas»). Y así lo que emerge de la prosa infectada de lirismo del novelista (¿o era cineasta?) es un libro extraño, transparente y, sobre todo, apasionado. 

Dice que su heroína es una excepción en el mundo antiguo y que como tal es tratada y recreada. La primera mitad de un relato que transcurre a lo largo de seis libros es pura invención. Aspasia recorre Mileto, Persia y Esparta espoleada por el ansia de extender sobre el papel el mundo, aquel mundo, de forma panorámica. Cuando llega Atenas, Aspasia ya es la reconstrucción detallada de lo que se sabe, lo que se intuye y, finalmente, lo que se desea. Aspasia, para entendernos, es ya historia, historia novelada, pero historia. «He sido muy fiel a lo que se conoce», puntualiza este médico (pues eso es), que descubrió a los griegos por El nacimiento de la tragedia de Nietzsche y que acabó haciendo cine. Y ahora, una novela. Tan complicado.

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