La furgoneta del espacio

Ayer despegó sin incidencias desde la Guayana Francesa el carguero robótico europeo ATV-3 (Automated Transfer Vehicle, bautizado Edoardo Amaldi en homenaje al físico italiano pionero espacial), con casi siete toneladas de paquetes para la ISS: agua, oxígeno, comida, combustible, repuestos (incluida una pieza para el sistema que recicla la orina en agua potable) y experimentos para que se entretengan los astronautas en su ambiente de microgravedad. 

Probablemente con el párrafo anterior, incluso más austero, bastaría para cubrir el momento periodístico de un lanzamiento que no tiene otro morbo, más emociones ni más tripulantes que los chips y software de abordo. Vaya, que lo más puntero de la tecnología espacial de la ESA es una prosaica furgoneta, que además le va a echar cinco días para llegar a un destino a sólo unos 380 kilómetros de la Tierra... 

Pero la carrera espacial, o como se llame ahora, sigue mereciendo un poco más de emoción, porque sigue siendo un foco de hazañas y aventura. Para empezar, en la furgoneta cabe un autobús de dos pisos: es un cilindro de 9,8 metros de largo y 4,5 de diámetro, que con su carga se acerca a las 20 toneladas. Un artefacto enorme, que ha de ensamblarse en el espacio con otro todavía más grande, la ISS (además, lleno de gente), viajando ambos a unos 28.000 kilómetros por hora. Un enorme reto tecnológico para ese galimatías llamado Europa, con la respuesta coral de una multitud de empresas, 11 de ellas españolas. 

El primer rendez-vous espacial (el término se sigue usando) nos dejó sin aliento el 15 de diciembre de 1965, como una operación de alto riesgo y enorme pericia de los tripulantes de las Géminis 6 y 7. Ahora, lo hace todo una nave automática, usando un videómetro con láser, el sistema GPS (cuyos satélites orbitan más arriba) y el sistema Star Tracker, basado en la carta de navegación más antigua de la humanidad, la posición de las estrellas. 

A la tecnología espacial europea le faltan pasos clave para viajes y exploraciones. Empezando por un sistema de regreso a la Tierra. El ATV-3 (como los dos anteriores y otros dos que se construirán hasta 2014), al acabar su misión se desprenderá y usará la atmósfera para autodestruirse, cargado con residuos de la ISS, y caer en el Pacífico. 

El avance es lento. Sin opción de retorno, no es una cápsula útil para llevar astronautas, aunque aporte un precioso volumen habitable los cinco meses conectada a la ISS. Pero a fin de cuentas, el intrépido emprendedor Elon Musk, de Space X, acaba de prometer en la BBC que en 10 años «cualquiera podrá viajar a Marte» por sólo medio millón de dólares, cuando su nave comercial Dragón todavía no ha hecho un primer vuelo de prueba. El espacio conserva el aroma del atrevimiento.

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