Nuevo plan para Siria

Condenas, reuniones, entrevistas, planes de paz y una única certeza: Asad sigue matando. Ni siquiera la visita del enviado especial de la Liga Árabe y Naciones Unidas Kofi Annan a Damasco sirvió para detener ayer la negra estadística del régimen. Mientras en el despacho Bashar Asad prometía a Annan «un esfuerzo sincero» para poner fin al conflicto; en la calle sus hombres imponían la ley del más fuerte un día más. Al menos 62 personas perdieron la vida en una nueva ofensiva puesta en marcha por el régimen en distintas partes del país. 

El presidente sirio prosigue aferrado a su discurso y, durante la reunión que mantuvo con el ex secretario general de la ONU, volvió a insistir en que «ningún diálogo o proceso político tendrá éxito mientras haya grupos terroristas armados trabajando para sembrar el caos y desestabilizar el país», informa Efe. 
Parece difícil que Annan pueda cumplir con el objetivo de su viaje, que no era otro que organizar un diálogo entre el Gobierno sirio y la oposición, mientras continúe la represión y los enfrentamientos entre las fuerzas leales al régimen y sus detractores. 

Y si el encuentro de Kofi Annan con Bashar Asad no fue todo lo fructífero que el primero pretendía, en la reunión en El Cairo entre los ministros de Exteriores de la Liga Árabe y su colega ruso no se dieron tampoco grandes avances. Al término del encuentro, el secretario general de esta organización, Nabil Arabi, anunció que presentará ante el Consejo de Seguridad de la ONU el plan acordado ayer con Rusia. Una propuesta que no va, sin embargo, mucho más allá de lo defendido por los rusos en otras ocasiones: el cese de la violencia «sea cual sea su origen». 

Aunque los ministros calificaron la masacre cometida en el bastión rebelde de Homs, Bab Amro, de crimen contra la humanidad y exigieron que sus responsables sean llevados ante la Justicia, el acuerdo final no contempló esta iniciativa. 

Sin duda, uno de los países árabes más beligerantes con Asad fue Qatar, que insistió en la necesidad de enviar una fuerza de paz árabe e internacional para poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo y ha dejado por el camino miles de muertos. Además, el primer ministro qatarí, el jeque Hamad bin Yasim al Thani, se mostró partidario de reconocer al opositor Consejo Nacional Sirio como único representante legítimo del pueblo sirio. 

Una posición que no comparte Rusia que no ve con buenos ojos la resistencia rebelde. Tratando de justificar su postura, el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, afirmó que la intención de su Gobierno no es la de proteger al régimen sirio, sino buscar una salida pacífica a la crisis. 

No obstante, en el plan que presentó ayer no figura ninguna propuesta que suponga sentar en el banquillo a los responsables de la represión. Lo que sí recoge es la creación de un mecanismo neutral para supervisar el alto el fuego e insiste en las catastróficas consecuencias de una intervención extranjera. Además, propone la llegada de ayuda humanitaria «sin obstáculos» y apoyar la misión del enviado especial de la ONU y la Liga Árabe para que se pueda alcanzar una solución negociada entre el régimen y la oposición. 

Rusia no parece dispuesta a aceptar otras medidas que no sigan esta línea y, por eso, ha decidido presentar su propio plan. De hecho, rechazó el pasado 22 de enero una parte de la propuesta presentada por la Liga Árabe, que defendía que Asad cediera el poder a su vicepresidente, y ha vetado junto a China condenas explícitas al régimen en el Consejo de Seguridad de la ONU. Además, y aunque Pekín dio a conocer esta misma semana un plan muy similar que Damasco aceptó, Moscú ha preferido ponerse al frente de una nueva iniciativa para tratar de desencallar la crisis siria. 

Asad también quiso aportar ayer su granito de arena para poner fin al conflicto y pidió al enviado de la ONU que conozca la situación sobre el terreno y acabe con las ideas preconcebidas que difunden «algunos países con la intención de tergiversar los hechos y presentar una imagen distinta de lo que ocurre en Siria», informa Reuters. 

Pero mientras el conflicto se discute en los despachos, la diáspora de un pueblo cansado de convivir diariamente con la muerte continúa. Más de 7.000 sirios han cruzado ya la frontera hacia el Líbano huyendo de la represión desde que comenzó la revuelta popular hace un año, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Han dejado atrás a su familia y a sus amigos, sus hogares y sus trabajos buscando una salida y, ahora, también sienten el rechazo. El número dos del grupo chií Hizbulá, el jeque Naim Kassem, se mostró contrario ayer el establecimiento de campos de refugiados sirios en el Líbano por considerar que suponen una amenaza para el país y para Siria. Su éxodo parece que no ha hecho más que empezar.

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