Un mundo de maravillas

«Es estupendo tener una amiga con tantos ojos. Lo malo es que terminas empapado cuando se echa a llorar», reza el poema The girl with many eyes. Con su oblonga cabeza azul y sus nueve cavidades oculares, la estatua en resina de este personaje surrealista incluido en el libro La melancólica muerte de chico ostra (1997) es una de las 500 figuras, dibujos, maquetas, documentos o piezas de atrezzo presentes en la exposición antológica que la Cinémathèque francesa dedica, hasta el 5 de agosto, al maestro de la comedia gótica y la animación estrambótica Tim Burton. 

El chico con clavos en los ojos se ha dado cita, en la quinta planta del edificio construido por Frank Gehry a orillas del Sena, con las tenebrosas máscaras de látex negro de Batman, el cortante guante de Eduardo Manostijeras, las temibles navajas de afeitar de Sweeney Todd, el espantapájaros con cabeza de calabaza de Sleepy Hollow, el pull blanco de angora de Ed Wood, los entrañables animatronics de Charlie y la fábrica de chocolate o los risueños muñecos verdes de Mars Attacks! 

Inicialmente creada para el Moma neoyorquino, la exposición demuestra que Burton es más que un simple director de películas y permite descubrir sus talentos como dibujante, fotógrafo o inventor de esculturas extravagantes. Pero, sobre todo, ofrece al fan fatal la oportunidad de acceder al universo creativo más íntimo del cineasta californiano: desde dibujos infantiles hasta guiones rechazados en sus tiempos primerizos de Disney, pasando por cortometrajes casi inéditos como Vincent (1982), una serie de polaroids de gran formato realizada entre el 92 y el 99, cuadros en acrílico fluorescente sobre terciopelo negro, innumerables dibujos garabaterados en servilletas de papel, el clip musical Bones (2006) para el grupo The Killers o la escultura de 2004 Carroussel, un pequeño tiovivo con peces dentados y música de Danny Elfman. 

«Yo crecí en un suburbio de Burbank donde no existía más cultura museística que la del Museo de Cera del Hollywood Boulevard. Así que me entretenía yendo a ver películas de monstruos, viendo televisión, dibujando o jugando en cementerios. Cuando fui mayor y comencé a visitar museos, me di cuenta de lo mucho que se parecen a los cementerios. En ambos reina una calma introspectiva y electrizante: la excitación, el misterio, el descubrimiento, la vida y la muerte», declaró ayer el homenajeado durante una rueda multitudinaria. 

Aunque reside en Londres junto con su compañera sentimental, la actriz Helena Bonham Carter, y sus dos hijos, Burton mantiene una relación muy especial con Francia. Ganó la Palma de Oro del festival de Cannes en 1995 con Ed Wood y recibió la Medalla de la Orden de la Artes y las Letras en 20120, de manos del ministro galo de Cultura Frédéric Mitterrand. Aprovechando aquella ocasión, Serge Toubina y Costa-Gavras le convencieron para que se implicara en esta retrospectiva con que la Cinémathèque intenta batir este año el récord de 140.000 visitantes cosechado en 2011 por la exhibición de Stanley Kubrick

París será la única ciudad europea que albergue esta colección de bocetos oníricos y objetos imposibles, casi siempre más tiernos que pavorosos, con los que Burton construye su imaginario creativo. «El día que descubrí que no me importaba si lo que pintaba gustaba a alguien, me di cuenta que podría hacer cualquier cosa», comenta el autor, que ha permitido a los comisarios Rajendra Roy, Ron Magliozzi y Jenny He revolver y en sus archivos personales y sus recuerdos de infancia. 

A la espera de que Burton estrene en mayo su nuevo largometraje Dark Shadows y termine de montar Frankenweenie -su siguiente proyecto de animación, previsto para otoño-, la Cinémathèque programará estos meses toda su filmografía. Además, le ha dado carta blanca para que escoja otros 26 títulos ajenos que le han influido y serán proyectados junto a los suyos. En la lista, maravillas de la serie B firmadas por ídolos propios como Bob Kelljan, Boris Sagal, Nathan Juran, Roger Corman, John Waters, Tod Bowning, Don Chaffey o el mismísimo Ed Wood. Material con que alimentar los sueños (o las pesadillas) de un genio chiflado de la fantasía. 

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