La traición cometida y la flecha tirada

Lo que más temo de la anunciada guerra del Golfo son las irremediables películas que se harán después. Como corresponde a un buen diseño industrial todas ellas constituirán una traición a la verdad de la guerra mediante la introducción en los argumentos de la simpatía y el «happy end». 

Primero se escribirán novelas honestas y después los cineastas las transformarán en guiones mentirosos. No hay razón alguna para que lo que ya ocurrió no vuelva a ocurrir. En la novela de Pierre Boulle El puente sobre el río Kwai el puente no salta por los aires y el tren japonés no es destruido, lo contrario que pasa en la película. En la novela El baile de los malditos, un alemán asesina a un americano y otro americano asesina al alemán. 

En la película sólo muere el alemán. La relación podría ser interminable.

La tragedia que rápidamente cambia de dirección al irrumpir el «final feliz», que es lo que quieren los niños y los espectadores de cine, es una inversión de la realidad y una traición a las víctimas. La felicidad que irrumpe desnaturaliza la desgracia universal y la ira o la resignación son sustituidas por los buenos sentimientos. Entonces ya se pueden escribir otra vez poemas. Siempre hay compensaciones. Por fin cesará el estúpido sadismo del «western» interestelar, habrá aquí materia suficiente. 

Por Europa se extenderá el pesimismo filosófico y por América el optimismo cinematográfico. Siempre fue así. En el caso no considerado de que los americanos perdiesen la guerra, como en el Vietnam, lo que se extenderá por América será el pesimismo cinematográfico y por Europa el ensayo crítico. Nada será nuevo, excepto los muertos. Pero yo me pregunto, desde una demagogia de la que nunca dimitiré, donde están en los planes militares la soledad, la sangre y la desesperación de los niños.

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