Los fans de Balaguer

«iYa tenemos santo! ¡Gracias, gracias, que Dios te bendiga Juan Pablo!» Y diciendo esto, los ojos humedecidos por las lágrimas, sobrecogida por la emoción, una dama madrileña, castiza mantilla española, perlas en los pendientes y perlas en el collar, teniendo entre sus manos el libro más voluminoso hecho jamás para seguir una ceremonia papal, casi se desmaya en mis brazos. Eran las diez horas y veinte minutos exactos de ayer.


El Pontífice romano vestido de blanco y oro, asistido por dos curitas negros vestidos de monaguillo, acababa de pronunciar la fórmula mágica, el rito oral, taumatúrgico (porque puede curar las almas) y en latín: «Concedemos, con nuestra autoridad apostólica que de ahora en adelante puedan ser llamados beatos... y se pueda celebrar su fiesta, el 26 de junio para José María Escrivá de Balaguer y el 8 de febrero para Josefina Bakhita». Aplausos contenidos en toda la plaza. Cerca de 200.000 personas -según la Policía, 300.000 -según los portavoces del Opus Dei, llenaban no sólo la plaza de San Pedro sino sus aledaños de la Via della Conciliazione y calles adyacentes a la gran basílica romana. Es el momento más espectacular del gran fasto vaticano. La fórmula mágica ha sido pronunciada por Juan Pablo II entre el «kyrie» y el «gloria» de la solemnísima misa pontifical. Es el momento en el que se descubren los dos grandes tapices colocados a ambos lados del balcón central de la basílica de San Pedro. A la izquierda el del fundador del Opus, a la derecha el de la monjita y exesclava de Sudán, pero, según la posición del Papa, el de «El Padre» estaba a su derecha y el de la morenita africana a su izquierda.


El primero, sonrisa melíflua, rostro atildado y pudibunda superposición de las manos, representaba a Escrivá en «plano americano» (cinematográficamente hablando); el segundo, -un coro de creyentes formando una especie de corona de santidad alrededor de la nueva beata-, nos hacía ver a Bakhita en plano general (siempre en el lenguaje del cine). Antes de ese momento el cardenal Ruini, vicario de Roma, -ciudad donde murió Escrivá-, y monseñor Nonis obispo de Vicenza, -diocésis en la que murió la «madre morenita» (con este nombre se la conoció en vida), habían leído, el primero la biografía de Escrivá de Balaguer y el segundo la sufriente historia de una esclava negra, vendida en los mercados africanos, que encontró refugio en un convento de las monjas cánossianas de Schio (Vicenza). Cuando se ha tratado de nombrar a los nuevos beatos, el Papa lo ha hecho pronunciando primero el nombre del español y después el de la africana.

La misa solemne ha sido concelebrada por el Papa con varios cardenales y obispos, italianos y españoles. Entre ellos el obispo de Madrid, Suquía, el de Zaragoza, Yanes, el de Barbastro, el vicario de Roma, Ruini, el sucesor de Escrivá, Alvaro del Portillo y su segundo, Javier Echevarría. Varios seglares han dicho oraciones en diversos idiomas. Ha habido cantos, muchos cantos religiosos. El coro de la Capilla Sixtina, dirigido con entusiastas aspavientos y gimnasia de brazos por el músico y musicólogo español, monseñor Pablo Colino (director de esos coros de la Sixtina y canónigo de San Pedro), ha cantado magníficamente la misa. Después se han escuchado en toda la plaza, acompañados de órgano y trompeta, cantos religiosos en español.

El presidente en funciones del Consejo de Ministros del Gobierno de Italia, en primera fila, ha seguido con fervor la misa pontifical. Inmutable al calor y a la emoción del momento el incombustible Andreotti, viejo entusiasta del Opus, había prometido no faltar a San Pedro ayer.

El hermano de Balaguer, que se llama simplemente Santiago Escriba (con «b»), ha declarado al término de la ceremonia: «Este ha sido un día muy feliz en mi vida y doy gracias a Dios por haber vivido muy cerca de un santo». También, a juzgar por sus declaraciones, el excampeón del fútbol italiano Sandro Mazzola y el entrenador de la Juventus, Giovanni Trapattoni, así como el baloncestista Pierluigi Marzorati, deben de ser entusiastas sostenedores o socios o lo que sea, del Opus ya que la beatificación de Escrivá no hace nada más que reafirmar «el bien que todo esto puede llevar a los deportistas». En primera fila embajadores, entre ellos el de España ante la Santa Sede y jefe de la delegación de nuestro país en el acto, Jesús Ezquerra, Gran Maestro de la Orden de Malta, alguna capa de la orden de Caballeros de Santiago, cardenales de púrpura y obispos de morado, damas enjoyadísimas, caballeros sofocados en sus trajes de ceremonia, y fans, miles, cientos de miles de fans del Opus. En 1527 los ejércitos imperiales de Carlos V saquearon Roma e hicieron prisionero por algunas semanas al Papa Clemente VII, que al final logró huir, disfrazado de vendedor ambulante. Ayer las tropas del Opus han saqueado de nuevo Roma, pero esta vez el Papa era de los suyos.

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