Mujeres con destino propio

Ya sabemos que el castor construye sus diques con ramitas, piedras aglomeradas y barro. Se come la corteza de los árboles que utiliza: ¿Olga, Wanda, Louise y demás? Son segmentos de madera, desechos dignos de roer (aunque ellos mismos se comporten también como roedores y vayan destruyendo lentamente a la pareja, su tiempo y su dinero).


Para el Castor, la cuestión es proteger su vivienda, cuya entrada está sumergida pero cuya cámara debe permanecer en lugar seco. El mundo entero y los papanatas, los primos de esa autenticidad soberana, servirán para consolidar el dique, como los cursillistas que Simón de Beauvoir acoge en enero de 1940: «son desechos de humanidad a los que envié dos paquetes de copias, y que me quiten lo bailao».

Las élites a un lado, los inferiores al otro. Desde su mesa del Flore, Simone Bertrand de Beauvoir mira de arriba abajo al mundo. Es, como le decía su amigo Maheu, una persona «grumosa», una mujer con un destino propio. . 23 de octubre de 1939. Envio de una fotografía al soldado Sartre. «Verá usted lo bien que sé ponerme el turbante».

El objeto fetiche aparece el 14 de octubre: ese día se compró dos pequeños turbantes. El 17, «un hermoso turbante de muselina roja». El 21, más telas «azul, amarilla, para turbantes». No tardará en tener una colección de todos los colores. El turbante es rojo violáceo el 27 de octubre, con un echarpe cubriendo un vestido blanco que le ha regalado Sartre. El 29, «me pongo la vieja chaqueta roja con un pañuelo amarillo y un turbante amarillo, es muy bonito». Blusa malva y turbante malva para salir con la Védrine después de una escena pasional. Turbante verde el 9 de diciembre. Turbante turquesa que le granjea cumplidos el 22 de noviembre: cosa que me ha halagado mucho.

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