Viendolo todo desde el cielo

Pajaritos por aquí, pajaritos por allá. Lo que en un tiempo fue una coreada canción del verano, ha terminado convirtiéndose en un certamen ornitológico. Ya se sabe, las ideas más extravangantes de ayer, pueden ser mañana importantes eventos culturales. Este es el caso del Concurso Ornitológico Villa de Madrid que por quinto año consecutivo se celebra en el zoco de Pozuelo. Una visita a este centro comercial puede ser propicia para ver a esos animales vertebrados, ovíparos, de respiración pulmonar y sangre caliente, pico córneo, cuerpos cubiertos de plumas con patas y alas conocidos por el nombre de aves. Todo comenzó como una posibilidad remota, cuando el fundador y actual presidente honorario de la Sociedad Ornitológica de Madrid, Roberto Sáez Villaescusa, decidió plantear al entonces alcalde del Foro, Enrique Tierno, la celebración de un certamen ornitológico anual de ámbito nacional.

Porque «si el fútbol tiene un torneo Villa de Madrid, porqué no podíamos tener uno semejante los amantes de los pájaros». La potencia se hizo acto, un acto que ya tiene un lustro de vida y que con el tiempo ha logrado alcanzar mayor relevancia. Muestra de ello es el carácter internacional de que, por primera vez, goza este año. Si entre sus «hobbis» está la cría y reproducción de pájaros, para el próximo año no lo dude y preséntelos a concurso. Pueden optar a un primer, segundo o tercer premio en cada una de las cinco modalidades existentes. Aquí lo que prima es la armonía, la belleza, las patas perfectamente delineadas -sin celulitis, musculosas a su manera-. Claro que, este concurso nunca levantará las iras de los ornitólogos feministas, quizás porque el premio es méramente simbólico.

Canarios de color (o quinto certamen de pájaros con «pedigree»), se examina visualmente la pureza de la raza o aquello que protege las desnudas carnes de las vedettes, las plumas. Aspecto inmaculado, un imperceptible resto de suciedad puede descomponer la figura y descalificar al ejemplar. Y por fin las dos últimas modalidades, los mixtos y los exóticos (o quinto certamen internacional de rarezas).

Cruces, cambios de color, híbridos -pero no contra natura-, no importe la raza, son, por reducción al absurdo, el grupo mixto pajaril. Los auténticos promotores del concurso, los ornitólogos, trabajan por amor a las plumas y a los trinos. El cuidado primoroso que dan a las crías tiene por objeto la obtención del canto más sonoro o el plumaje más cotizado.Los galardones que se otorgan en concursos como estos, son la única compensación que reciben, pues los premios en metálico, como señala Roberto Sáez «harían de la ornitología una profesión. Aquí lo importante es participar, no el afán de lucro». Pero si la Navidad se ha transformado en un acontecimiento comercial, los criadores de aves no iban a quedar a margen del hecho mercantil. Así, la muestra también tiene el carácter de las ferias de ganado. Los pájaros están a la venta.

Los precios, que oscilan entre las 4.000 y las 25.000 pesetas, están en función del bolsillo del comprador y de que sus gustos en materia de pájaros sean más o menos exquisitos. Es decir, que se conforme con un rocín o su delicadeza le impida adquirir algo inferior a un pura sangre. Y es que el arte por el arte está bien, pero a la hora de financiar este tipo de eventos, las dificultades se multiplican. La ubicación, los traslados y en general la organización requieren importantes desembolsos. Sin ir más lejos, el coste de este concurso promovido por la Sociedad Ornitológica Madrileña ha sido de un millón de pesetas, financiado por los 160 socios que integran esta asociación y por las contribuciones voluntarias de algunos ornitófilos.

Los trofeos, resultado de una concepción muy «sui géneris» de la publicidad, son piezas cerámicas de Talavera. Viajes Líder S.A., Barquivir, Luis Otero, A.G son algunas de las entidades y personas que con sus aportaciones económicas contribuyen a la culminación de este certamen. Si su economía no le permite disfrutar del sol, de la exuberante vegetación, del armonioso sonido de los pájaros y de la inigualable experiencia de perder el equipaje en el aeropuerto, véngase al zoco -no al de Marruecos- y se sentirá trasladado a una de las idílicas islas guanches con canarios por doquier.

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