Mira que les gusta prohibir

La derecha siempre ha hecho en España una política de cerrar puertas y hasta de cerrar verjas, como Rodriguez Sahagún ha cerrado ahora las del Retiro a partir de las diez o diez y media de la noche. Azaña abrió la Casa de Campo (patrimonio histórico de los reyes) al pueblo de Madrid. Rodríguez Sahagún cierra el Retiro a ese mismo pueblo. El tema (como dice la gente que se ha quedado sin tema) no es, pues, meramente municipal, sino nacional, histórico, trascendental. Abre la muralla, cierra la muralla. Nada menos que el gran poeta negro Nicolás Guillén lo puso en verso. Que sale alcalde Tierno Galván : abre la muralla. Que sale alcalde Rodríguez Sahagún: cierra la muralla.

Si nuestro corregidor tiene tantos caballos municipales como dice, que meta unos cuantos a pasear por nuestro primer parque, de noche, para que la luna no se quede dentro, entre rejas, como escribiera, más o menos, Juan Ramón Jiménez. Pero no es sólo un problema municipal, ya digo, y por eso lo traemos aquí, sino un tic eterno y repetido de nuestras derechas.



Lo de la injusticia y el orden, saduceamente planteado por aquel reaccionario faústico que era Goethe. La derecha siempre ha practicado la demagogia del orden, siempre ha vendido orden al gentío, y los grandes momentos de España han sido esos éxtasis de la Historia, esos «éxtasis del tiempo» ( Heidegger) que se llaman Felipe II o Franco , cuando el Orden se persona y se hace mayúsculo.

Para acabar con el asunto de la derecha ( y ahora voy con la izquierda), ahí está la represión a los artesanos de la plaza de Santa Ana, reprimidos y represaliados por la policía municipal, que, ecuestre o no, ha entrado entre sus cacharros, efectivamente, como un caballo en una cacharrería. Retiro y artesanos no son dos cuestiones distintas, sino la misma: el sempiterno tic de la derecha, la demagogia del orden, que en seguida se desliza hacia alguna forma residual de dictadura. Los artesanos de Santa Ana ya cantan a Nicolás Guillén: que hay público y sale el sol: abre la muralla. Que vienen los tuaregs municipales: cierra la muralla. Lo pasan distraído pero no venden una escoba aunque sea de artesanía. . Sólo Modesto Fraile , el hombre de Suárez en Segovia, nos ha dado ejemplo a todos de antifelipismo y antifranquismo: «Soy el único responsable del fracaso en Segovia».

Y lo asume. Si la derecha ha verbalizado siempre con la demagogia del orden, la izquierda ha solido hacerlo con la demagogia de la justicia, claro, o sea del dinero. Pero nuestra derecha gubernamental, o sea el felipismo (que es ya una cosa que no siempre coincide con Felipe González, como la esencia no siempre coincide con la existencia), más sutil que la izquierda tradicional, practica ahora la demagogia del tiempo, desdobla el tiempo como premio a la mayoría absoluta que le ha votado ( y a los demás por extensión), trasladando al lunes las fiestas que caigan en domingo. Nuestros gobernantes, de Franco a Felipe, siempre han tenido mucho de pontífices o hacedores de puentes, pues que la demagogia del tiempo, la demagogia del ocio viene de Mussolini.

Nuestro calendario laboral está lleno de puentes festivos, sólo que ya no se llaman San José Obrero o Día de la Raza, que eran nombres mucho más piadosos y bizarros que los de ahora. Nos quejamos de las huelgas de Nicolás Redondo (gran pérdida de horas de trabajo), pero el gobierno organiza continuamente la huelga inversa, la huelga desde arriba, la orgía perpetua o fiesta girante, que diría Hemingway , y ahora desdobla muchos domingos del año, todos aquellos que además de domingo caigan en la Asunción de la Virgen o el caballo de Santiago, que los anticlericales españoles siempre se han quitado la boina cuando entraban a quemar una iglesia. Los sociatas ha llegado a lo que jamás se atrevió Franco: el impuesto religioso. Tierno lo resumió en una frase como una navaja camboria: «Dios nunca abandona a los buenos marxistas».

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