Ven del Líbano, ven

«¿Dónde está el presidente? ¿Dónde está el presidente?», repetía uno de los ensagrentados guardias de la escolta de René Muawad. Uno de los policías llegados al lugar de la explosión le respondió: «Ya no tenemos más presidente». De esta forma murió descuartizado el último intento de pacificación del Líbano. René Muawad, flamante presidente del Líbano, elegido el 15 de noviembre, murió ayer a las 14,00 horas locales (13,00 horas en la península) cuando una bomba de control remoto hizo explosión al paso de su comitiva. Años atrás, otro presidente libanés, Bashir Gemayer, era asesinado antes de cumplir su primer mes en ejercicio y poco tiempo más tarde, su hermano Ammín, mucho más predispuesto a seguir los designios sirios, asumía ese cargo.

Más de doscientos kilos de explosivos estallaban al pasar el automóvil que le conducía, en el barrio de Aisa Bakam, en el sector musulmán de la ciudad. René Muawad había dejado pocos minutos antes el domicilio del primer ministro Salim Al-Hous, para participar en un acto de celebración del Día de la Independencia Libanesa. Al-Hoss y el presidente del parlamento, Hussein Husseini, que le acompañaban en la comitiva, regresaron ilesos a sus domicilios. Poco después de producirse la explosión, a las 2,30 hora española, se anunciaba que Muawab había salido ileso del atentado. Unas horas más tarde, Selim Al Hoss, confirmaba, con lágrimas en los ojos, la muerte del presidente. «Con gran dolor anuncio el fallecimiento del mártir de la unidad de El Líbano, un mártir de la paz y del amor dijo Hoss, que leyó con voz entrecortada un comunidado. «El criminal podrá haber matado con sus manos a un gran hombre como Muawad; pero nunca podrá matar nuestra fé en la nación», agregó. Al producirse la explosión, Beirut volvió a adoptar la caótica imagen que la carecteriza ya desde hace más de 14 años y decenas de ambulancias se dirigían desde el sitio del incidente hasta el hospital Americano. Otras diecisiete personas perdieron la vida en este atentado y otras 36 resultaron mal heridas.

Siete eran miembros de su escolta, entre ellos tres personas de su familia, confirmaron fuentes del hospital Americano. El automóvil de Muawad se había convertido en. un amasijo de hierros retorzidos y testigos oculares relataron que partes de los cuerpos habían volado por los aires a distancias superiores a los 500 metros. Muawad era cristiano maronita y había sido elegido en una reunión especial del parlamento libanés a principios de este mes, contando con el apoyo sirio. Los 62 miembros del Parlamento se habían reunido en una abandonada base militar al norte del país, para eludir las amenazas de muerte lanzadas por el líder militar cristiano, general Michel Aun.

Aun ha rechazado insistsentemente el acuerdo alcanzado en Taif, por los parlamentarios libaneses critianos y musulmanes, y se opone con gran virulencia a la presencia siria sobre territorio libanés. El acuerdo de Taif suponía un nuevo arreglo político para Líbano, pero no incluía un calendario detallado y concreto para la evacuación de todas las fuerzas sirias del país, como exige Aun. Tras la elección de Muawad, el caudillo Aun se negó a reconocerle como autoridad, alegando que se trataba de una «muñeca» siria. El ahora fallecido presidente libanés, en su corto ejercicio del poder, llamó repetidamente al pueblo libanés a aunarse tras lo que denominó «la autoridad legítima del país». El jefe militar, Michel Aun, dijo que estaba determinado a conseguir la independencia libanesa y añadió que no aceptaba una situación en la cual Siria tenía el derecho a elegir al presidente del Líbano y mantener sus fuerzas en ese país. A la luz de las circunstancias, algunos observadores aquí en Beirut se animan a especular sobre la posibilidad de que el propio Aun haya instrumentado el asesinato del presidente.

El vicepresidente del Partido Pregresista Socialista, Doureid Yaghi, acusó directamente a Aun de haber promovido este asesinato. «El general Aun disponía de todos los medios para perpetrar dicho atntado, y ha intervenido nuevamente en contra de la unidad del país, provocando un siniestro no sólamente contra la persona del presidente Muawad, sino contra toda la población civil libanesa», subrayó Yaghi, que ayer se encontraba en Ginebra en una reunión de la Internacional Socialista. No hay que descartar, sin embargo, otros factores como los extremistas musulmanes de Hizbolá, que se opón a todo arreglo que otorgue alguna autoridad a los cristianos del país. Estados Unidos no sólo ha condenado con fuerza este magnicidio, sino que se ha mostrado preocupado y consternado. «Es un acto de terrorismo escandaloso», declaró el preidente Bush quien añadió que «Washington no permitiría que este asesinato pusiera fin a los esfuerzos para traer la paz en esa parte del mundo». Washington había puesto muchas esperanzas en René Muawad. De hecho el embajador de Estados Unidos en Líbano, John Mc Carthy, que fue evacuado de Beirut el 6 de septiembre, fue el primero en presentarle sus credenciales.

Dentro de la tendencia a resolver los conflictos regionales, Estados Unidos y la URSS habían aproximado sus posiciones para ejercer presión sobre las distintas partes en conflicto en Líbano, destrozado por una guerra civil desde 1975. Tras un breve período de esperanza, el Líbano está nuevamente al borde de un rebrote de la guerra civil. Hace unos días, se registraba la entrada de refuerzos sirios a este país, especialmente comandos. El semidestruído palacio de Baadbde, sede de la residencia de los presidentes libaneses y ahora ocupado por Aun, será sin duda el primero de los blancos. Si los sirios no logran sacar al general de allí con vida, no dudarán en enterrarlo bajo los escombros.

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