Echando las penas al aire

Lo dice Rocío Jurado, con José Luis Perales al piano: «Voy a lanzar al aire todas mis penas, todas, porque en este silencio me estoy volviendo loca». Y se lo dice a Javier de Montini, en Lecturas: «Chiquillo, ¿volverme a casar, yo?». Se lo dice antes de ponerse en manos del doctor Cariñanos -un amigo, que le ha operado de una hernia discal en Hola y Diez Minutos. Cosas de la Jurado, que parece que le canta a Cari Lapique, que tiene lo suyo por lu de su marido, que está en el trullo. 

Sólo Cari se lamenta, esta semana, de su suerte. Sólo Cari, que las demás exhiben, confiadas, su felicidad. A saber, Isabel, que abre su álbum, que se deja fotocopiar su agenda (Miguel aparece, al fondo, Miguel, cuando se trata de Isabel, siempre aparece al fondo): La señora jueza, Concepción González del Real, ha dictado su esperado «nihil obstat» y el chalé de Isabel Preysler vuelve a crecer. «Moralmente es una gran satisfacción», oyen, al pasar, los de Semana. En Hola hace el inventario de las pérdidas: «El retraso de seis meses en las obras ha elevado bastante su coste». En Lecturas creen saber que la pareja está contenta, quizá. hasta Miguel Boyer ha sonreído. 

Mientras, la pareja asistió, en Hola, Diez Minutos y Lecturas a la boda de la hija del embajador de Filipinas en Madrid. En Diez Minutos, además, asistió, y rió como una madre, a la fiesta de fin de curso de Tamara. Felices son también Gonzalo Muñoz y Alicia Koplowitz, una felicidad narrada en Diez Minutos, una felicidad, así en titular, al alcance de cualquier mortal: «Vamos al cine, cenamos de cuando en cuando o pasamos el día en el campo porque a los dos nos encanta», confiesa Gonzalo Muñoz. 

Si a eso añadimos que, según Hola, ellas y los dos primos han llegado a un acuerdo satisfactorio, «teniendo en cuenta el interés de los hijos de ambos matrimonios», no hay duda de que las cosas marchan, como deben marchar las de Alberto Alcocer que, el mismo día en que aseguraba el porvenir de sus hijos, se fue, según Diez Minutos, a cenar con Margarita Hernández, con los padres de Margarita, don Marciano y doña Margarita, y la hermana pequeña, Ana Isabel, además de Cristina, escoltada ésta última, como es de ley, por su marido, Alvaro Arrostide. 

Radiante y segura está, a su aire como siempre, Massiel, más segura que Roberto Domínguez cuando tuvo que resolver lo de acercar a Madrid a Anita García Obregón: «Siento tanta fuerza», confiesa Massiel en Tribuna, «que puede llegarme el quinto marido, el sexto o los que haga falta. Hasta el sobrero». Palabra de Massiel. Eso Massiel, mujer fuerte como Cari Lapique, o como Mariví Dominguín, a la que se le derrama el tarro de los reproches en Diez Minutos: «Luis Miguel Dominguín es un hombre egoísta y vanidoso por quien siento un profundo desprecio». Item más: «Con los años he descubierto que me tenía atemorizada, que nunca le quise porque no ha sabido sembrar cariño a su alrededor». 

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