La dinastía Nehru ha terminado por fin

Deja viuda italiana y dos hijos. Con él termina la dinastía más prestigiosa y una de las más poderosas de Asia: la dinastía Nehru. Queda huérfano el Partido del Congreso, que ha gobernado la India durante 40 de sus 45 años de independencia, y se abre un período de gran incertidumbre para la democracia más poblada, 850 millones, del planeta. Repartidos por 26 estados, con quince idiomas principales,1.650 dialectos y cinco religiones, la siempre frágil estructura de la India parece más ingobernable que nunca. 

Ninguna de las tres fuerzas políticas dominantes -Frente Nacional, Partido del Congreso y Bharatiya Janata- tenía grandes posibilidades de obtener la mayoría absoluta en el parlamento de 510 escaños. La muerte de Gandhi podría tener un efecto electoral positivo para su partido y romper todos los pronósticos, pero nada es seguro. Rota por la religión, las castas y las tendencias separatistas de algunas regiones, la India se encuentra hoy sin líderes capaces de aglutinar las múltiples fuerzas enfrentadas y sacar al país del marasmo económico al que el sistema centralizado y rígidamente controlado impuesto por Nehru, el abuelo de Rajiv, ha conducido.

Sobre los símbolos electorales, necesarios para que puedan votar los analfabetos, más del 65% de la población, vuelven a escucharse ruidos de sables, igual que en los años 70, cuando Indira, la madre de Rajiv, impuso el estado de excepción. El peligro es que ahora no hay una «dama de hierro» capaz de controlar a los militares si éstos llegan a hacerse cargo del Gobierno, cosa bastante improbable hoy pero posible si las situación se sigue deteriorando durante algún tiempo. Frente al nacionalismo hindú de Advani, el líder de Baharatiya Janata, y la defensa de los pobres y de las castas bajas de Singh, el líder del Frente Nacional, aliado con los comunistas, Rajiv se había limitado a ofrecer estabilidad, experiencia y seguridad. 

A sus 46 años, el piloto obligado por la indomable Indira a recoger la antorcha de la dinastía, nunca había logrado inspirar ni convencer. Dudó siempre, se dejó arrastrar por consejeros sin demasiados escrúpulos y, en un desafío frontal a quienes le acusaban de alejarse del pueblo, de no acercarse a la gente, ayer llegó a Madrás sin escolta personal, decidido a zambullirse de nuevo en el olor y el calor del sur de la India. No tuvieron grandes dificultades sus asesinos. A diferencia de su abuelo Nehru, de su madre Indira o de su hermano Zanjai, Rajiv nunca tuvo un verdadero programa de gobierno. 

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