Parapléjicos de 20 años
Una ya está acostumbrada a que su vida cotidiana resulte francamente aburrida. Lo malo es que tal condición se extiende de pronto a la vida cotidiana de toda la Humanidad justo en el momento de ojear la prensa para hallar el tema de la columna semanal. Entonces no queda más remedio que acudir a las cartas al director, y a veces merece la pena. Un parapléjico de veintiún años contaba en «El País» esta misma mañana, una historia escalofriante.
El lector protestaba con las cifras en la mano: sólo un 23% de los parapléjicos y tetrapléjicos son impotentes. Pero a mí lo que más me indigna no es esto, sino el recuerdo de otra película sobre el Vietnam, «El regreso», donde la ya insufriblemente moderna-audaz-buena-culta-concienciada-progresista-110% yanqui Jane Fonda sostenía una apasionada relación sexual con un veterano que, si no recuerdo mal, también se movía en una silla de ruedas. Debe ser que el filón se ha agotado, y que ahora la impotencia del héroe resutla más rentable para excitar el lagrimal femenino.
Pero los parapléjicos de veintiún años no deberían esperar a que la taquilla impulse un nuevo cambio de la tortilla ético-estética-cinematográfica americana, sino aprender que la supuesta sensibilidad de las jovencitas llorosas y compasivas casi nunca merece el gasto de Kleenex y que, por lo tanto, se puede ser perfectamente potente sin ellas. Por lo demás, la Coca-Cola sabría mucho mejor si no viniera acompañada de regalos promocionales de tan dudoso gusto.
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