Qué bonito es el lujo español

Que si Dior por aquí, que si los Telva, por allá, que si me codeo con Mónica Bellucci o Cindy Crawford, que si los Elle, que mira qué juerga en los Glamour, que si me como unos berberechitos en la Zarzuela, que si anoche estuve en los Loewe... Sí, queridas, sí, podéis odiarme, soy así, una mujer que celebra todos sus actos sociales con bandejas de Ferreros Rocher. Hoy glamour se dice Ana... Pues ni con esas, me dan una camiseta sintética de promoción.

Porque, nenas, seguro que ya habría alguna arpía que estaría pensando: «Ésta, mucho bocata de chopped, mucha bamba de nata y mucho tresillo de skay, pero ésta debe tener un armario de Chanel para arriba...». Cómo le decían a Rosa María Sardá en aquel legendario programa Ahí te quiero ver o lo que es los mismo, recordando a Fernán-Gómez: «A la mierda». Ni un mini monedero para guardar dos céntimos que echar a un cepillo parroquial como portaba Goya Toledo. 

Ni una diadema de cuero de aquellas que tanto le gustaban a Marisa Yordi de Borbón. Y anoche en la reinauguración de la tienda de Gran Vía que la firma española tiene en Madrid había de todo. Y cuando digo de todo y de lo más, es de todo y de los más... Hasta Juncal Rivero epataba de cuero rojo y un sombrerito de plumón. Y la fiesta fue absolutamente maravillosa. No os digo más que fue hasta Ignacio, el hermano de Ramón Calderón, el del contrato futbolístico millonario. El lujo español que bonito es, mari.

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