La nueva novela de JK Rowling para adultos

Se acabó el misterio. JK Rowling dio por fin la cara ante el gran público en Southbank Center de Londres y leyó en voz alta fragmentos de su primera novela para adultos, The casual vacancy, que ayer salió a venta en el Reino Unido tras llegar al récord de 2,6 millones de copias prevendidas y en medio de una expectación comparable a la de las siete entregas de Harry Potter (aunque no hubo colas en los mostradores ni codazos a las puertas de las librerías).

Ya lo advirtió la propia Rowling, vestida de negro y aclamada por un millar de fans, antes de desvelar algunos fragmentos al público: «No es precisamente un libro para la niños». Lo que pocos esperaban era la sucesión de fucks, el derroche de violencia, los abusos sexuales, el racismo, los excesos de alcohol y drogas que empapan las 503 páginas de The casual vacancy, que no es ni mucho menos la sátira costumbrista que algunos habían anticipado, sino pura y dura novela social, en una especie de puesta al día de Dickens (a decir de Erica Wagner, crítica de The Times).

«No he querido causar un shock a nadie», se justificó la autora en un mano a mano con el periodista de la BBC Mark Lawson, antes de ponerse a tiro de la audiencia. «He escrito a partir de mis propias experiencias como madre soltera, viviendo de los beneficios sociales y en el borde de la pobreza. Me ha ayudado también mi marido [Neil Murray], que trabajó como médico en una clínica de rehabilitación. Y he reflejado lo que he visto desde niña en el suroeste de Inglaterra: el clasismo, la hipocresía, la resistencia a ponerse en la piel del otro».

La repentina opulencia de la novelista más rica del mundo (700 millones de euros de fortuna) no ha servido para borrar sus orígenes ni su credo laborista. «Las elites de este país no tienen contacto con la realidad y perciben a los pobres como una masa amorfa, como un porridge", aseguraba Rowling en una reciente entrevista con The Guardian, en la que criticaba sin los recortes sociales: «En los últimos años se ha producido una redistribución de beneficios y un definitivo cambio de atmósfera en este país. Las familias que lo pasan mal viven aún peor».

Los conservadores, no hace falta decirlo, son los malos de su novela, capitaneados por el propietario gordinflón de una tienda de ultramarinos, Howard Mollison, pariente terrenal de Lord Voldemort, empeñado en expulsar de la apacible Pagford a los pobres, hacinados en las viviendas públicas de The Fields. Allí vive una adolescente, Krystal, hija de una prostituta heroinómana, Terri Weedon, el personaje más logrado.

Krystal se queda totalmente desolada por la muerte de Barry Fairweather, uno de los pocos vecinos del pueblo que mostraba sensibilidad y comprensión hacia los desfavorecidos. Su desaparición desencadena una lucha a muerte para llenar su vacante en el concejo local (de ahí el título). Y es ahí cuando afloran todas las rencillas y las miserias de Pagford, con la complicidad de otro adolescente díscolo, Andrew, algo así como el Assange local, que causa una auténtica conmoción cuando hackea el ordenador del ayuntamiento y divulga todos los secretos.

«Son unos adolescentes muy distintos a los de Harry Potter», aclaró ayer Rowling. «Son contemporáneos y son muy reales. No hay magia en sus vidas, sino situaciones muy crudas a las que tienen que enfrentarse todos los días». La autora reconoció que su experiencia como adolescente está en la novela, «aunque yo tuve más suerte que algunos de mis personajes, crecí en un ambiente de clase media… La pobreza llegó después, en la etapa en que era profesora y tuve que criar a mi hija sola, y salir adelante con los beneficios sociales».

La propia Rowling reconoce que ha proyectado también algunas de sus ideas en Barry Fairweather, que muere repentinamente a los 44 años («más o menos la edad a la que empecé a escribir la novela») sin ver remotamente cumplido su sueño de reconciliación social en Pagford: «Con Barry muere de alguna manera el ideal de una sociedad más igualitaria. Su desaparición pone en marcha todas las placas tectónicas del pueblo. Y su ausencia lo hace acaso más presente, en la forma del fantasma de Barry».

«He intentado aderezar la novela con humor negro para no abrumar al lector», reconoce Rowling. «Pero no hasta el punto de convertirlo en una sátira. Yo diría más bien que es un tragedia cómica». La autora de Harry Potter admitió que no tuvo que hacer un «ajuste mental» ni un esfuerzo especial para encontrar su propia voz en un libro de adultos. Reivindicó luego la «función social» y el compromiso de la novela con su tiempo, más allá del mero entretenimiento. «He sentido una gran liberación quitándome la cuerdas de la fantasía», admitió. Y más que a Dickens, citó a Elizabeth Gaskell y a Mary Anne Evans, la autora que usó un nombre masculino para que la tomaran en serio.

«Nunca leo las críticas», confesó Rowling, sonriente y dicharachera a ratos, rompiendo con esa imagen de huidiza que han construido a su alrededor y han amplificado sin duda con la estrategia de secretismo total (denial marketing) en la promoción de The casual vacancy. «Pero admito que la labor de los críticos es muy útil y cumplen su función".

«Lo he hecho lo mejor que he podido y éste es el resultado, es todo lo que puedo decir», dijo tras reconocer sus miedos en el salto a la novela para adultos. «Tengo mi vida resuelta y si he escrito este libro era por la necesidad que tenía de contar esta historia. Se me ocurrió cuando viajaba en avión: la idea de la muerte repentina y de unas elecciones locales en un pueblo cualquiera. A partir de ahí empezó a correr la adrenalina y estuve inmersa en el proceso cinco años. Dejé el proyecto de otro libro infantil para volcarme en éste, y creo que ha merecido la pena».

Las críticas han oscilado entre los dos extremos. La más benovolente fue la de Wagner en The Times. La más dura, la de Jan Moir, en el Daily Mail, que condenó la novela como «un manifiesto socialista enmascarado» y criticó la obstinación de Rowling por «ensalzar a los pobres y ridiculizar a la clase media». En medio, Theo Tait admite en The Guardian algunos de los valores de la novela, pero critica la propensión desmedida a la sátira con los personajes de clase media, equiparables a los «odiosos Muggles» de Harry Potter. The Guardian arremete también contra los intentos de Rowling por darle un toque adulto. Por ejemplo, la frase «esa vagina miliagrosamente desprotegida», que al trascender provocó la mofa en la red.

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