Coco Chanel puso de moda el flequillo y el bronceado

Acababa de arrancar el siglo XX cuando una chica francesa probaba suerte como corista en un local denominado La Rotonde. Su repertorio se limitaba a dos únicas canciones: Qui qu'a vu Coco y Ko-ko-ri-ko.Ante tal repetición de sílabas, el público que la escuchaba empezó a llamarla Coco, un apodo que la acompañaría durante el resto de su vida. Su nombre real era Gabrielle. Y, aunque como cantante resultó ser un desastre, logró hacer historia en otro ámbito, el de la moda. 

Este año, la figura de mademoiselle recobra actualidad: la industria del cine prepara nada menos que tres películas en torno a su biografía. La más esperada de ellas, Coco avant Chanel, está dirigida por Anne Fontaineva y protagonizada por una francesa de estilo muy Chanel, la actriz Audrey Tautou.

Coco fue la diseñadora de los bolsos acolchados, las camelias, los collares de perlas, los zapatos bicolores, los trajes de chaqueta... Desde su famoso establecimiento del número 31 de la rue Cambon, en París, convenció a las mujeres de que podían lucir rayas marineras, sombreros libres de parafernalia o complementos de aire masculino. Sin embargo, su contribución no se limitó a las prendas: Gabrielle también marcó los pasos del mundo de la belleza, hasta el punto de que su huella sigue siendo perceptible en la actualidad. 

Y, si no, atención a esta cronología. Año 1907: la diseñadora se deja ver con flequillo, un peinado que las más modernas sólo se atreverían a lucir a partir de los años 30. 1917: se corta el pelo a lo garçon, ¡un escándalo! 1918: tiene la osadía de dorar su cuerpo al sol. «Por aquel entonces, las únicas que estaban morenas eran las verduleras ambulantes y las campesinas; una piel blanca como la leche, en cambio, era signo de aristocracia», escribe Edmonde Charles-Roux en el libro El siglo de Chanel (Herce Editores). 

Y continúa: «El bronceado revelaba un origen humilde o popular (...) Sugerir a las mujeres que no tuvieran tanto miedo al sol fue, de todas las tentativas innovadoras de Chanel, la que más le costó imponer. Sólo a partir de 1923 se vio en las playas a mujeres que se doraban sin sombrero».Una aclaración: Gabrielle tostaba su rostro y su cuerpo bajo los rayos, pero jamás permitía -sabia ella- que el sol avejentase sus manos. En cualquier caso, si hay una creación de Chanel digna de ser recordada por encima de todas las demás en el campo de la belleza, sin duda es el perfume Nº 5. 

La fragancia que mademoiselle hacía vaporizar a diario por todas las estancias de su maison se concibió en 1920. La fórmula, elaborada por el químico Ernest Beaux, contenía más de 80 ingredientes. Beaux propuso a Coco cinco mezclas distintas; ella eligió la quinta.El frasco que la contenía era un recipiente geométrico, desnudo, en contraste con las recargadas botellas de fragancia que imperaban en la época. Y es que al Nº 5 le sobraban los adornos: era el perfume de los perfumes. Con él nacieron algunas de las campañas publicitarias más exquisitas de la historia. 

Every woman alive loves Chanel Nº 5 (Porque estás viva, te gusta Chanel Nº 5), decía un anuncio de 1957. A este le siguieron otros que utilizaban a celebridades como reclamo: Catherine Deneuve en los años 70, Carole Bouquet y Estella Warren en los 90... Nicole Kidman es el último rostro de la famosa esencia. Detrás de tanta sofisticación, el legado de Gabrielle no era más que una defensa del universo femenino. 

Tal y como recuerda Charles-Roux, «Chanel detestaba lo que, limitando a las mujeres al papel de objetos, les había impedido durante tanto tiempo vivir al ritmo del sexo fuerte.[Para ella] era absolutamente imprescindible que una falda o una chaqueta siguieran y aun favoreciesen los gestos de la vida moderna: caminar, correr, sentarse deprisa (...) Bastaba que un modisto recurriese a corsés, ballenas, enaguas... para que ella explotara: '¿Es que está loco? ¿Se burla de las mujeres? Con semejante engendro, ¿cómo van a poder ir y venir? En una palabra, ¿cómo van a poder vivir?'»  

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