El vestido de Cher en El beso de la mujer araña

El domingo, el mundo del cine se reunirá en Hollywood para participar en la mayor celebración del año, la entrega de los premios de la Academia de Cine de EEUU. Pero ya no sólo se trata simplemente de ganar un Oscar. Lo que realmente importa, para muchos, es lo que los candidatos lleven puesto cuando lean sus nombres o desfilen en la entrada.

Es difícil creer que hubo un tiempo en el que lo importante de los Oscar eran las películas. Aunque si se va mal vestido, como hizo Cher con su impresionante homenaje a El beso de la mujer araña en 1985, las fotos de la ocasión te van a acosar toda la vida. «La alfombra roja es ahora más importante que la pasarela, pues muchos más millones de personas siguen el acto en comparación con los desfiles de moda», comenta Fiona McIntosh, columnista de la revista Grazia.

Amy Astley, directora de Teen Vogue, dice: «Cuando yo era joven, nadie veía la entrega de los Oscar por interés en la moda. Las actrices querían que se tomara su trabajo en serio, por tanto no querían que las conocieran por su ropa. Ahora las campañas de promoción de películas se centran en la figura de actrices que cuidan su imagen tanto en actos de alfombra roja como en cualquier otra ocasión».


La persona que inició todo esto es un hombre, de bigote y boina que parece que debería estar tocando la mandolina en una playa de Grecia. Phillip Bloch fue el primer estilista de celebridades de la era contemporánea. Comenzó su carrera como modelo (apareció varias veces en la portada de la revista Oh Boy!) antes de venir a Nueva York, en 1993, y descubrir las posibilidades que ofrecía la alianza de las celebridades con el mundo de la moda. «Ningún diseñador había pensado en esto antes, salvo Armani y Versace.Para el resto era una completa novedad», dice.

El glamour de Bloch y su acierto a la hora de escoger los trajes más favorecedores para sus clientes de todas las edades -Faye Dunaway y Jacqueline Bisset figuraban entre sus clientes de mayor edad, aunque reconoce que ambas podían ser «sin duda muy caprichosas»- le hicieron enormemente popular. Durante su apogeo, en los años 90, vestía al menos a 10 candidatos al Oscar. Muchos de estos famosos ya no emplean sus servicios, pero, según dice con tono optimista y elevando el mentón: «Las celebridades cambian, cambian de marido, cambian de publicista, cambian de estilista ».

En ocasiones asesoraba a parejas de famosos, como Jim Carrey y Lauren Holly, o Will Smith y Jada Pinkett. «Deben combinarse y complementarse el uno con el otro», dice, y matiza que lo más importante era «resaltar sus distintas personalidades y vestirlos como ganadores».

Uno de los éxitos más sonados de Bloch fue el modelo que llevó Halle Berry, de la poco conocida diseñadora Elie Saab, cuando ganó el Oscar a la mejor actriz en 2002. «Había escogido ese vestido para otra cliente que iba a llevarlo en los Emmy, pero sabía que no iba a ganar el premio y que ese traje era un verdadero ganador», dice. Bloch lanzó la carrera de Saab, «y no sólo la suya, también la de Dolce & Gabbana, de verdad. Recuerdo que cuando comencé a trabajar a ellos no les importaban las celebridades.Me preguntaban quien era Gwyneth Paltrow».

El ejemplo de mayor éxito en el cambio obrado fue la ocasión en que Uma Thurman se presentó a los Oscar en 1995 con un vestido de seda azul de la entonces desconocida Prada, lo que contribuyó a convertir esta marca en una de las más famosas en el mundo.«Yo no le escogí el vestido», confiesa Bloch. «Pero estaba fabulosa».

El éxito también ha convertido a Bloch en una celebridad en EEUU: ha publicado varios libros y presenta programas de televisión.Incluso hará el papel de un hombre ciego y maltratado en la película The unseen.

Muchos han seguido sus pasos. Por un lado está Sarah Jessica Paster, que asesora a Jennifer Aniston y Naomi Watts. Andrea Lieberman también es otra estilista famosa, que viste a Drew Barrymore y Gwen Stefani. En vista del poder que tienen para hacer famosa a cualquier marca, ¿podrían aceptar sobornos? «En realidad no», dice Bloch, que aún así parece dudar. «Pero siempre estoy dispuesto a aceptar un elegante agradecimiento. La gente me manda ropa y...».

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