El periodismo veraz ya no existe

Perseguidos por el odio de guerrillas dictatoriales, místicos enloquecidos, mafiosos podridos o gobiernos pestilentes, cientos de reporteros perecen cada año abatidos por ráfagas de una agrupación mundial de gentuza cuya única conexión interactiva es el exterminio de cualquier fuente informativa, el sepelio de la verdad y el acoso del periodismo veraz, voraz y transparente en todas sus vertientes.

Sí, la mayoría de informadores son unos desmedidos cretinos y unos redomados cabrones porque sus noticias hacen daño, desvelan datos, filtran corrupciones y estropean negocios. Un conjunto de elementos hostiles y obstinados que molestan la calma del gobierno de turno o la componenda municipal finamente hilvanada entre quienes pagan y roban. 

Un imaginario complot que amenaza constantemente a quienes deben sobrevivir en la recreación de la ignorancia. Por motivos distintos y objetivos gemelos Mao-Tse-Tung, Franco, Videla, Pinochet, Castro, Ceacescu, Berlusconi y un porrón de morralla despótica del estalinismo inhumano y el capitalismo asqueroso siempre supieron que el periodismo libre fastidia y que el mejor diario es la onda oficial, el absolutismo televisivo, las lecturas estrechas, el realismo forzoso del silencio y el reino de la miel servido por un ejército de asesores en nómina, capullos del partido y cómplices oscuros.


Y el ejemplo global, estatal o lejano, también suele cundir en las aldeas menores. Porque con esa misma frialdad, con esa calculada astucia de mármol funerario, con esa infecta tirria al obrero informador que gana seis veces menos que ella y debe de pagarse las vacaciones de su bolsillo, la alcaldesa de Bacarot, Sonia Castedo, trata a los periodistas no adscritos ni leguleyos, despacha a gusto a los exploradores de trapos sucios y aparta inflexiblemente a los indagadores de la mierda oficial y de sus subterráneos idilios con el omnipresente Enrique Ortiz, a sabiendas de que más peligroso que un periodista asalariado es el vicepresidente del Consell, José Ciscar, y la ejecutiva cantonal, empeñados en que se vaya cuanto antes pero sin saber cómo, cuándo y a dónde, en una muestra evidente de falta de huevera y de estrategia higiénica. 

O dicho de otro modo: can Fabra no puede con la clueca del corral. Con la fallera imputada. Con la embajadora de Tabarca blindada en el hemiciclo de Valencia, donde no cesa ni con dos palanganas de lejía. Como su tocaya de Novelda, Milagrosa Martínez, alias La Perla, que acabará disecada en Arco-2014 como objeto judicial de silicona y alumna de francés en Las Cortes con perras gürtelianas.

Por eso aún debemos ser más duros de profesión, que no quiere decir radicales o inciviles. Intensificar el modo y el tono del trabajo sobre todo ante quien, como la jefa urbana, se niega a responder por qué su marido, Arturo Soto, tiene faena en una empresa (Tizor, de Cívica y Ortiz) que recibe adjudicaciones a punta pala del consistorio, o sea de ella. Y hay que preguntarle no solo por qué en plena puta crisis compró café a 13,10 euros el kilo cuando en los mercadillos municipales, Mercadona, Carrefour o Lidl valía mucho menos; sino también si en el caso de que el TSJ de aquí la condenara, preferiría Picassent, Fontcalent o Alcalá-Meco. 

Y por qué cientos de afiliados al PP supuestamente encontraron trabajo en Inusa (también con pasta de Ortíz) o en Cívica, de la misma manera que el PSOE empleó a los suyos de conserjes o en la ORA. Y qué posible relación familiar podía haber entre su vicealcalde, Andrés Llorens, y Viveros Albatera o Alicante. Y qué monta el ex edil Antonio Sobrino y otros integrantes del PP para desinfectar el partido.

Porque hay que acabar con las tinieblas, y si tiene que venir otra derecha, que sea pija, liberal y muy española, pero que sea decente y transparente. Y una alcaldesa que atienda correctamente a la prensa. Porque María Macetas sigue tan despectiva que ya levita en una nube de soberbia. En especial cuando se pasa de la raya.

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