Se cambian condones por rosarios

Uno la verdad es que no le ve mucho sentido a ese pollo que han montado los periodistas, los moralistas y la opinión a propósito de un programa televisivo infantil donde salían canibalismos, antropofagias, castraciones, sadismos y señoras desnudas. Alguna vez tienen que ir empezando los chicos a ver señoras desnudas, y más vale que empiecen por Ursula Andress que por doña Matilde Fernández. Cierto directivo de la televisión ha dicho que «los niños ya están acostumbrados a todo». 

Uno diría, más bien, que tienen que ir acostumbrándose, porque ésa es la vida que les espera, la vida que tenemos y llevamos los adultos: ahí está el canibalismo de los banqueros, la castración de los parados, el sadismo de Felipe González o Solchaga, la violación de la intimidad por Corcuera y el continuo comercio con el cuerpo de la mujer hasta para anunciar un anticatarral. 

Pese a la revolución femenina y las revoluciones feministas, la mujer, en nuestras sociedades, sigue atada al poste, como Ursula Andress, y el poste de la tribu es el matrimonio, el marido (que suele tener cierto aire de palo), la marginación, el acoso sexual, la discriminación, la humillación por parte de todos, desde el Papa Wojtyla hasta el jefe de negociado. 

A mí la película en cuestión me ha parecido real como la vida misma. Nuestra sociedad, más que «la hoguera de las vanidades», como diría Tom Wolfe, es «la montaña del dios caníbal». Somos un mundo donde se cambian condones por rosarios, donde entre Polanco y Asensio han canibalizado a Godó (y hacen bien, si se deja, qué coño), somos una España con el satélite Hispasat a flote, lo que hace más fácil comunicar con los marcianos que comunicar con Pontevedra.


Nos escandaliza que los caníbales se coman las vísceras deliciosas de Ursula Andress, que deben ser una cosa así como comer pato a la naranja, pero nosotros devoramos hebdomadariamente, en la Prensa vaginal y en la otra, las vísceras sentimentales de Isabel Preysler, Isabel Pantoja y todas las isabeles e isabelonas nacionales. Por eso, ya digo, la peli de la polémica me ha parecido altamente pedagógica, ya que les cuenta a los niños, mediante fábula, la verdad de la realidad de la verité, o sea lo que les espera en cuanto aprueben el COU. 

Lo otro, ese cine de internados y colegiales felices y sanos (que ahora se promociona mucho en USA), o las aventuras de los criptonitas, son cosas que nada tienen que ver con nuestra realidad social. Los dibujos animados y los caricatos que aniñan e imbecilizan su voz para comunicarse con la gente reciente, todo eso suele darles a los niños bastante asco. Una vez llevé al circo a un niño y le pregunté a la salida qué le había parecido ese individuo de la flor en el sombrero, la regadera, la nariz roja y los zapatos inmensos: «Es un payaso», me dijo con frío distanciamiento.. 

Siempre que me preguntan por la literatura infantil digo que los niños lo que quieren es leer lo mismo que los mayores, y ahora se comprueba en la televisión, que chicos y chicas Hipan con los programas de adultos, con las más complicadas historias de amor y crimen. A un niño no le inquieta como a nosotros «Instinto básico», porque un niño es todavía puro instinto básico. 

Así las cosas, yo le daría al señor Colom, que parece el responsable, el Lazo de Isabel la Católica por haber acertado, al fin, con un filme didáctico de verdad, moderadamente pedagógico y que prepara al público infantil para la vida que les espera, revelando lo que el propio párvulo lleva dentro: un violador, un caníbal, un sádico, un obseso sexual y un buen o mal salvaje. Mientras los padres consumen en el restaurante carne hormonada, vaca envenenada o carne de travestí, el hijo sabemos que está bien nutrido a base de las exquisitas vísceras de Ursula Andress.  

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