Conversación de un gay
Estadística: más del 70% de los hombres desconoce el sistema
de depilación de su chica.
El muestreo fue entre heteros, que de haber sido
entre homos seguro que el resultado hubiera sido bien diferente porque, como
dice un buen amigo gay: "En los hombres, lo de depilarse era patrimonio
gay pero ya no.
Es más, es exhibicionismo de vestuario, sobre todo porque a los
heteros les encanta provocar.
Se ponen delante del espejo, la menean de un lado
a otro para depilarse y ya de paso sonríen si los miras. La mayoría de los que
se depilan es porque la tienen pequeña, y así se les ve más recorrido".
Mi amigo es gay de los que no frecuenta la sauna de los
sótanos de uno de los edificios más bonitos de la ciudad, si no el que más.
Situación: la esquina de la Diagonal con Tuset, la casa de fachada curva en
cuyos bajos se ubica el segundo bar más caro de Barcelona, el José Luis. Pidan
un mini y una cerveza y verán.
El palo es supino. En esa casa, pues, está la
sauna pijogay por excelencia, y si he visto desfilar hombres guapos fuera de
una pasarela de moda ha sido en esa portería. ¿Que qué hago yo en la portería?
Pues lo más normal del mundo: ver desfilar tipos guapos.
Además, como se puede
acceder a la casa desde Tuset y desde la Diagonal, pues apenas se nota: entras
por un lado y sales por el otro. Confieso que a menudo comparto mesa con
insólitos personajes en la supercocina del pintor y escultor Albert Cruells.
En
el primer piso, y basta con disimular un rato en el hall con pavimento de
mármol y cúpula en lo alto de la cubierta, a fin de obtener información para
esta columna, por un lado, y para poner al día algunas fichas masculinas que
los que no eran pero ya son (gays).
En ese vestíbulo increíble me crucé con un ex follamigo
ingeniero, de ésos con la mente estructurada por compartimentos.
Un beso por
mejilla (olía bien, salía de la sauna recién duchado y perfumado), sonrisa de
carillas, un vistazo raudo por los últimos 10 años, una tarjeta más en algún
rincón de casa, una posibilidad menos entre las piernas y un recuerdo: el día
que descubrí en su casa la cajita de los condones.
Los tenía clasificados como
su mente, por compartimentos: los de sabor limón, los de fresa, los de
chocolate... Los de chocolate eran los mejores, comprados en Bélgica. Ahora que
lo pienso, ya iba depilado antes de cambiar de liga y no se la recuerdo
pequeña.
Comentarios
Publicar un comentario