Vuelve la moda de la minifalda

Muy lejos quedan los días en que Telva -una revista -aún hoy- muy pulcramente hecha, que combinaba la moda con las exigencias religiosas- lanzaba venablos contra el renacimiento de la moda de la minifalda y proponía sayas infinitamente más recatadas... Las revistas femeninas, para bien o para mal, han emprendido otro camino, que es el que marca desde Nueva York Helen Gurley Brown en su Cosmopolitan. Los tabúes han saltado por los aires, y además es un proceso en marcha de paulatina desinhibición de la llamada «chica Coseno». 

Ultimamente los analistas de Prensa de los distintos países en los que aparecen ediciones de Cosmopolitan se han ocupado con gran interés de una tendencia clara de esta publicación pionera: cada vez más sexo, y cada vez más explícito. Los resultados están a la vista: Cosmo domina ampliamente el mercado femenino, como lo hace la edición española que dirige Sarah Glattstein Franco, cuyo número de octubre incluye, entre otros, los temas «Química sexual: ¿De verdad es tan importante», «Síndrome premenstrual y botas camperas», «Cómo sobreviví a la infidelidad de mi marido», «Madonna, el colmo de la provocación»... y, además, el Calendario Cosmo 1993, con espléndidos hombresobjeto, que recuerda inevitablemente al de Playboy, del que es un remedo un tanto irónico. La comparación no es ociosa.


La Prensa femenina se está adentrando por terrenos paralelos a la de los mensuales masculinos de la era Hefner. Parece funcionar. Y, sobre todo, es fascinante en un país como España, en el que la revolución sexual femenina empezó mucho más tarde que en el resto de Occidente, y lo hizo -así se creía, aunque hoy el éxito de Cosmo se encarga de desmentirlo- de forma mucho más timorata que en otras partes. La fórmula, bien realizada, es entretenida y ni más ni menos válida, periodísticamente, que su versión masculina. Aunque una entrevista con Cristina Almeida dé el toque feminista, el conjunto no lo es especialmente; ni antifeminista, claro. Es sencillamente lo que reza el título de otro reportaje: «No somos perfectas»... ni mejores, ni peores.

Otra rancia publicación americana, Rolling Stone, representante periodístico de unos ideales y un estilo de vida «liberales» que los años conservadores aún no han ahogado del todo, recobra fuerzas y entusiasmo en un editorial -firmado por Jann S. Wenner, que dirige la revista- que algunos cuarentones de por aquí suscribirían: «Tengo la intención de votar por Bill Clinton y Al Gore, con sentimientos de gran esperanza y entusiasmo. Es hora de acabar con la avaricia y la crueldad de la era Reagan, de liberarnos de la parálisis y la mezquindad de George Bush y de borrar las perspectivas de un Dan Quayle presidente. Clinton y Gore son dos tipos extraordinarios, dos políticos profesionales que trabajan duro, hombres con mentes abiertas y corazones generosos. Son de esta generación. Representan lo que ésta tiene de mejor». 

Suerte el martes... Miguel Angel Aguilar da su versión de los ataques entre medios informativos en el número de octubre de la revista Fundesco, órgano de la fundación del mismo nombre: «Los intereses generales del sector empresarial de los medios de comunicación ceden terreno en favor del más primario instinto de supervivencia. Los profesionales del periodismo ofrecen el espectáculo de la máxima sumisión, tal como la definía en cierta oportunidad José María de Areilza, aquella que induce a aceptar como propios los odios ajenos. Se exigen lealtades incondicionales y la profesión de hostilidades sin límite a quienes hayan sido declarados enemigos. El desconcierto surge cuando esas declaraciones se modifican.

Desde el mes de julio pasado asistimos a una nueva fase, donde los antagonismos van a producir claridades luminosas. Es lo que sucede en física con el arco voltaico. Establecida entre el ánodo y el cátodo una fuerte diferencia de potencial, al acercarlos entre sí por debajo de una determinada distancia, salta la chispa del arco voltaico, cuya luminosidad permite ver la película a los espectadores en la sala de cine». ¿Esclarecedor? Pelín críptico...

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