Los ciudadanos chinos de Madrid

«Los españoles no sabemos nada de China. Sólo tres anécdotas sobre las tiendas de Todo a un euro y no caemos en la cuenta de que no son representativas de un inmenso país que, poco a poco, va desembarcando en Madrid», sentencia Ángel Álvarez, vicerrector Adjunto para Asia de la Universidad Complutense. 

El profesor conoce bien el terreno que pisa. No por casualidad es el responsable del programa que acoge a estudiantes chinos en el centro universitario, 450 cada año. «Estos nuevos vecinos de Madrid son chicos y chicas muy preparados, con una gran iniciativa y una capacidad intelectual sorprendente», explican en la Universidad. «Parecen espías de lo bien que hablan español», asegura entre bromas Álvarez. 

La imagen que dibuja el docente es mucho más rica que la que sostiene el imaginario común de los madrileños que, en general, asocian a sus vecinos de ojos rasgados con personas hoscas, poco sociables, que apenas balbucean alguna palabra en castellano, que están todo el día en sus negocios... «Es cierto que un número muy importante trabaja muchas horas en tiendas de conveniencia y restaurantes. Casi todos ellos proceden de un lugar muy concreto de China: Qintian y Fujian», ilustra el experto. 

Antonio es uno de esos nuevos residentes, nueve años ya en Madrid y propietario de una pequeña tienda en Malasaña. «Antonio es el nombre que me puse porque el mío es muy difícil», explica en referencia a una costumbre bastante extendida entre los más integrados en la sociedad madrileña. «Trabajar, trabajar y trabajar. Eso son los chinos, para tener una vida mejor. No nos gusta hablar con la prensa, no sabemos qué quieren», es lo único que acepta decir, con cierto recelo. 

Sin embargo, la realidad más próxima, la más abundante y conocida, no es la única. Ni siquiera la más representativa. Nuevas generaciones de jóvenes, nacidos ya en España, configuran un nuevo estilo de ser chino en Madrid. «Nuestros hijos hablan castellano con acento madrileño, se visten y viven como madrileños», explica una tendera de Chueca que prefiere no dar su nombre. «Nombre no hace falta». 

«En las familias se intenta que estos nuevos españoles no pierdan sus referentes chinos, que no olviden la riqueza de una cultura tan notable y no renuncien a hablar el idioma de sus padres», explica el profesor Álvarez. «Además, los que llegaron a España provenientes de lugares más deprimidos de su país, esos que aparentemente sólo trabajan, empiezan a integrarse en la sociedad gracias a la labor que desarrollan con ellos sus hijos», añade. 

El sentido de comunidad de los chinos madrileños es otra de las notas que mejor les definen. «Tenemos asociaciones para todo», confirma uno de ellos que prefiere no dar su nombre. «Los comerciantes nos reunimos para colaborar en la defensa de nuestros derechos. Damos mucha riqueza a España también», añade. ¿Asociaciones o mafias chinas? «Mafias hay en todos los lugares del mundo, hay mafias chinas, y rumanas, y norteamericanas... y españolas», concluye el interlocutor. 

«Por encima de todo son trabajadores; muy discretos, porque no quieren meterse en líos. También, muy solidarios entre ellos. A uno de los alumnos de la Politécnica le robaron 3.000 euros y el resto de sus compañeros reaccionó de inmediato para ayudarle», ilustra el docente. 

Solidarios y... divertidos. «Sí, muy divertidos. Son como nosotros, los españoles: se tocan al hablar, se ríen, se toman el pelo entre ellos, son grandes amigos de sus amigos. Les encanta la fiesta y alardear de sus logros. Son los latinos de Asia», sentencia Ángel Álvarez. 

El elevado ritmo de trabajo de la mayoría les deja poco espacio para las fiestas. Sin embargo, cuando las celebran, los chinos de Madrid se sienten honrados con la participación de sus vecinos españoles. «Ahora es año del dragón y queremos regalar un desfile a Madrid», resume uno de los cientos de participantes de la cabalgata que hoy dará la bienvenida al Nuevo Año Chino.

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