Rappel el marqués de Araciel

Doscientos mil millones de pesetas mueve al año una nueva fe, la de los videntes, que llevan poniendo el cartel de «completo» desde hace tiempo. Son los nuevos sacerdotes de esta época, se los rifan los famosos y los poderosos, todos quieren saber, y esto tiene un precio. 

Dinero negro, Borrell, según Tribuna. A los divanes argentinos ya sólo va gente antigua, ahora lo que priva es la consulta al vidente, el colgarse a modo de escapulario un amuleto de la suerte, encontrar consuelo en estos chamanes del final de siglo. Los ha habido siempre, pero antes aquellos, Rappel, el marqués de Araciel, no pasaban de tomarles el pulso a los asiduos del papel cuché. Ahora, además, el morbo está en los políticos, en los banqueros, en las celebridades del mundo de la política y de las finanzas, que están abonados a estos nuevos hechiceros.


Y por eso pasan a ocupar un sitio -como en Tribuna esta semana, en otras publicaciones semanas atrás- porque Carmen Romero consulta a la vidente sevillana Concha Pino o porque María Jesús Llorente, la madre de Alma Guerra, es clienta y amiga de Octavio Aceves, que con once jefes de Gobierno haciendo antesala en su consulta es de los que más de moda están. Tanto que se ha atrevido, esta semana, en Diez Minutos, a abrir su confesionario y proclamar que María Jesús Llorente no está embarazada, que ni Alma necesita un hermano, ni ella otro hijo. 

Aceves, «menudo y amable», escribe Luisa María Soto, se ha apoltronado en el diván acogedor de Diez Minutos y no se priva de nada: no es el vidente del PSOE (él es anti-OTAN), no conoce a Alfonso Guerra, es juancarlista, estuvo en el PCE y sólo es amigo de María Jesús «porque nos quedamos extasiados ante una obra de arte, compartimos los conciertos y otras aficiones». Otra celebridad de la videncia es Ruphert, el peluquero de los famosos, que es santero de una extraña religión, que hace milagros y todo, según cuenta en Diez Minutos. 

«Tengo poderes -declara- y he hecho milagros con personas muy importantes, si diera los nombres la gente se quedaría impresionada, porque son personajes claves en la vida de este país». Es Ruphert un santero que concilia perfectamente la fe con el oficio; vean si no: «Rocío Jurado me está necesitando mucho; debe tener cuidado con la gente que le toca la cabeza» y «cuando dejé de peinar a Soña de Habsburgo empezaron a verla menos atractiva». Lo de Ruphert es como para pedir hora. 

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