Rompiendo normas

Se ha hablado mucho y gratificantemente en estos últimos días sobre la fotografía de la primera película de Orson Welles, Ciudadano Kane. Casi todo el mundo ha coincidido en señalar que las imágenes de esa película eran «audaces» y «avanzadas» y que yo había pecado contra tods los mandamientos y convencionalismos fotográficos a la hora de rodar la película. Deseo establecer de inmediato una diferenciación entre lo que son «mandamientos» y «convencionalismos». Fotográficamente hablando, considero que un mandamiento es una norma, axioma o principio que no es posible cambiar por razones físicas y químicas. Por otra parte, un convencionalismo es, en mi opinión, un uso que se ha vuelto aceptable debido a su repetición. Tiene más de tradición que de norma.

Con el tiempo, el convencionalismo acaba conviertiéndose, por mor de la costumbre, en mandamiento. Según mi modo de ver, su efecto limitador es tan obvio como desafortunado. Teniendo presentes esas definiciones, reconozco haber desafiado un montón de convencionalismos al rodar Ciudadano Kane.

Orson Welles insistió mucho en que la historia se contara con la mayor eficacia, mandando a paseo los convencionalismos de la cinematografía si era necesario. Al contar con un apoyo tan resuelto, me fue posible probar y demostrar la validez de ideas que en los círculos hollywoodenses suelen considerar radicales. Tanto el uso que Welles hizo de la fotografía haciéndola participar de la narración de la historia como el hecho de que comprendiese las posibilidades narrativas de la cámara, me ayudaron de manera inconmensurable. Welles estaba dispuesto -algo muy infrecuente en Hollywood- a concederme semanas enteras para que consiguiera un determinado efecto fotográfico.

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