Una pava en ciernes
Ni como pensador ni como escritor ha tenido Voltaire mucha influencia en nuestra literatura, si es que ha tenido alguna. Al margen del Abate Marchena que hizo sus pinitos de revolucionario en la Revolución Francesa, aunque en su ala más moderada -los girondinos-, su obra tal vez fuera leída pero su influjo es casi imposible de discernir entre la más bien indigesta masa de nuestra literatura ilustrada. Pero renació durante el romanticismo y su huella aparece en algunos escritos de Larra, el único gran escritor de su época, y también en Espronceda, aunque en éste las posibles referencias suenen más a retórica que a auténtica convicción. Quizá haya que esperar hasta un escritor tan secreto como don Juan Valera, el más enigmático de nuestros escritores del siglo XIX, que como tantos españoles pensantes se pasó gran parte de su vida disimulando sus verdaderas creencias -si es que tenía alguna.
Pero en general las huellas que dejó Voltaire en España sirvieron más bien de inspiración para sermones cuaresmales que otra cosa y, al menos en el campo de la literatura de auténtica calidad, fueron escasas. Voltaire tuvo el honor de convertirse enseguida en uno de los habituales del Indice de Libros Prohibidos, esa preciosa aportación de la Iglesia católica a la historia de la civilización occidental.
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