Alfonso Guerra entre pico y valdemoro
Entrar en Sevilla,Con dos días de retraso, como los ultras que han pintado Madrid, Alfonso Guerra va a entrar el domingo en Sevilla como Tejero entró en el Congreso: escoltado por sus incondicionales y dispuesto a gritar «toda la canalla al suelo» en cuanto el Parlamento de papel se soliviante. Anda el vicetodo preocupado por los «vendavales antidemocráticos, lo mismo que andaba el teniente coronel alterado por la tormenta democrática que arrasaba con sus viejos esquemas. El dirigente del Partido Socialista empuña la palabra de la misma manera que el mando de la Guardia Civil blandía su pistola
¿Aparecerá en escena un Rojas Marco dispuesto a emular la figura de Gutiérrez Mellado levantándose entre la masa de asustados y colocando la dignidad en su silueta puesta en pie? Los preparativos se han hecho con sigilo y esmero, entre los más aguerridos y dispuestos de la tropa. Los autobuses tienen los depósitos llenos y los motores a punto. La consigna se ha transmitido a todas las Casas del Pueblo a lo largo y ancho de la geografía.
¿Aparecerá en escena un Rojas Marco dispuesto a emular la figura de Gutiérrez Mellado levantándose entre la masa de asustados y colocando la dignidad en su silueta puesta en pie? Los preparativos se han hecho con sigilo y esmero, entre los más aguerridos y dispuestos de la tropa. Los autobuses tienen los depósitos llenos y los motores a punto. La consigna se ha transmitido a todas las Casas del Pueblo a lo largo y ancho de la geografía.
Las órdenes emitidas desde Madrid son muy claras: apoyo táctico al principio, para salir a la calle y dar testimonio de fe allí donde haga falta. ¿Se presentará el «elefante blanco» para liderar el movimiento a la sombra de la Giralda? ¿Le obedecerá Guerra o, por el contrario, la insumisión frustrará, al final, todo el plan? La «trama interna» del PSOE va a estar pendiente de los medios de comunicación para «subirse» a uno de los dos trenes que este domingo se cruzan en Sevilla, estación término.

Al contrario, ha unido su suerte a la suya, en un testimonio de fe que puede cambiar la historia ¿Cargará el Cirineo con la cruz de Barrabás, finalmente condenado por la multitud? Pero, ¿quién es hoy el zelote prisionero de las legiones romanas? En la Moncloa de los olivos mira a derecha e izquierda y pregunta a los fieles: a «Pedro» Benegas y a «Juan» Delgado: ¿dónde está mi Judas? La espada del que negará tres veces se ha desenvainado y «Magdalena» Conde riega con sus lágrimas el suelo que pisa. El Guadalquivir es un pequeño Tiberiades en el que Juan y Adolfo Guerra descargan el milagro de los peces.
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