La bella Dorita dice que la desnudez ya no excita a los hombres

Con la lucidez de una joven de 20 años María Yáñez o, mejor, La Bella Dorita añora aún el cabaret y el escenario que sus 90 años no le dejan ni el permiso para suspirar. Pero recuerdos, recuerdos los tiene todos esta artista que conoció a «grandes amistades» de la España de este siglo, desde Primo de Rivera hasta gobernadores, políticos y censuradores de alta alcurnia que se rendían ante su belleza entre ingenua y pícara.

Pero a La Bella Dorita le queda ahora la satisfacción agradecida de los homenajes como el que hace pocos días le rindió el ayuntamiento de Barcelona, la ciudad a la que llegó de niña, con doce años, desde un pueblo minero de Andalucía en ruina por la «espantada» de las empresas aturdidas por el pánico de la primera guerra mundial. «Vivir vivo bien -dice ahora la artista, cuando me retiré a los 65 años no tenía ni un duro porque las artistas de antes nos lo teníamos que pagar todo, desde la ropa hasta el maquillaje. Pero joyas...joyas tenía muchísimas. Ahora regalan whisky o un paquetito de tabaco, pero a mí me regalaban joyas porque nunca quise el dinero. Por eso cuando me retiré vendí todas aquellas joyas y ahora vivo bien». Recuerda los regalos, pero dice haber olvidado el nombre de esos hombres ricos que «intentaron» el matrimonio «para poseer a una mujer hermosa, que es lo que todos los hombres quieren». Su mejor regalo es la casa donde ahora vive con su tercer marido desde hace cuarenta años.

En el escenario no estuvo nunca desnuda ni medio segundo «no porque me importara, ni por moralidad, sino porque pensé que la desnudez completa no interesaba a los hombres. Los hombres no reaccionan con tanta desnudez y lo que yo hice fue dejarlos siempre con las ganas». Y los diálogos con el público asegura que es lo que más popular le hizo «estaban prohibidos pero yo me lo salté a la torera y empecé a tener diálogos picantitos y monos. Yo siempre muy seria y con cara de tontita, que es lo que gusta a los hombres, pero decía las cosas más gordas del mundo como si no hubiera dicho nada». El mantón de manila, que también vendió con las joyas, caía transparente sobre su cuerpo, «me lo ponía, lo dejaba caer y del hombro al pie, pasando por la cadera, quedaba completamentedesnudo. Era una auténtica revolución». Ahora han cambiado tanto las cosas para la Bella Dorita que, incluso ella, que de nada se asustaba, dice que lo que ahora se hace no tiene categoría «sólo les falta enseñar la matriz y no se dan cuenta de que eso a los hombres no les gusta nada». La picardía creó a La Bella Dorita que abandonó el cabaret a los 55 años y el espectáculo a los 65. Sus recuerdos le sirven para agredecer su vida «la vida se ha portado fenomenal conmigo, nunca me ha faltado de nada y he sido feliz».

María Yáñez recuerda con nitidez la primera ocasión en que descubrió que su belleza servía para lograr los caprichos que una jovencita sin dinero no podía ni soñar. Los caballitos que giran en las ferias eran su debilidad y los miraba pasar sin saber muy bien cómo subir a uno de ellos. Pero un día, el propietario de una feria de Barcelona le dijo: «si me dejas tocarte una tetita podrás dar una vuelta gratis». Ella asegura que se sorprendió y pensó «y por qué no me toca la nariz». Ella accedió feliz y pudo dar tantas vueltas como quiso. «Fue mi primera picardía», recuerda.

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