La cornamenta de la Obregón

Mucha cornamenta se ve en estos días por todas partes. La isidrada ha llenado Madrid de cuernos, Anita Obregón y su condesito han puesto perdido de cuernos el cuché rosé, Butragueño se ha casado y hay quien dice que le ha puesto los cuernos a la luna, y las autonómicas y municipales han desparramado cuernos por cantabrias, levantes, andalucías, madriles y otras pedanías ibéricas.

De pronto, esto no es un país, esto es una ganadería. Claro que puestos a resaltar cuernos, los de Madrid, isidrada aparte, son muy apoteósicos. Y bien que lo sentimos la Susi y yo. El derechazo del pueblo de Madrid ha sido muy rudo y estremecedor y ya veremos el descabello que nos depara. Para colmo, ya estoy escuchando a mi querido Luis Antonio de Villena, con su izquierdismo visceral, dándonos la matraca a la Susi y a mí por haber echado leña al fuego del descontento sin aclarar suficientemente, en su opinión, que por la derecha llega siempre el gran tortazo.


Que conste, querido Luis Antonio, que la Susi y yo, como una sola persona, hemos votado IU y lo que lamentamos, naturalmente, no es que el Barranco se haya quedado en el hoyo, sino que en casa del Herrera (al menos en el Madrid municipal, que no en otros ventisqueros más enrojecidos) sigan teniendo cuchillo de palo. De todas formas y como todo el mundo sabe, para cuernos de mucho escarnio y gran dolor, los de Sevilla. Tal que hoy mira uno por Sevilla y se encuentra con que la Giralda tiene cuernos, la Torre del Oro tiene cuernos, la Maestranza tiene más cuernos de los corrientes y, sobre todo, la Expo luce por las bravas una cornamenta que tira de espaldas.


La Expo, todavía mocita, y ya con cuernos. La Expo, todavía en sazón, todavía aprendiza y virginal, y ya con cornamenta a cuestas. Un oprobio. Los sevillanos le han puesto los cuernos a la Expo, prenda socialista, con el señor Rojas Marcos y la señora Becerril, y al final, si rencor y vanidad no lo remedian, el señor Rojas Marcos, la señora Becerril y la Expo van a montarse un menachatruá que ni el de Butragueño, su señora y la luna. Y si lo de Butragueño resulta lírico, lo de la Expo con el burlador y la burladora es más bien procaz, las cosas como son.

Pobre Expo, que es como decir pobre Maruja, cuando a Maruja la deja el novio por una azafata de congresos. Pobre Expo, amenazada de repente por el desinterés y el abandono. Porque, con la cornamenta encima, la Expo de pronto se ha vuelto expósita, muchachita hospiciana y de escurridiza dote, niña lunática y desmejorada, novia desmerecida. Como Madrid, que a la Susi y a mí nos parece ahora un gran hospicio. Y es que si Butragueño, a pesar del casorio, mantiene la inspiración lunera y, en estos días de plenilunio, está cumbre, la Expo y Madrid han caído en el engaño. Horrible. Pero eso nos pasa, dice la Susi avillenada de pronto, por jugar con cuernos. Que juegas a cornear y sales, ay, corneado.

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