Los hijos de E.L. James no han leído su libro

Niall Leonard nació en Irlanda del Norte, es hijo de un consejero matrimonial católico y ronda los 50 años. Se casó con E.L. James, que ahora tiene 49 años, hace 20, después de conocerla cuando él estaba estudiando en la Escuela de Cine y Televisión y ella era la asistente del director.

Asegura que su vida no ha cambiado desde el éxito de su esposa. «El único cambio es que ella se ha comprado un coche nuevo». Eso sí, ahora le paran por la calle, llaman a su casa. Todo el mundo quiere un autógrafo de su esposa.

Muchos hombres la contactan para agradecerle que desde que sus mujeres leyeron el libro, su vida sexual mejoró. «Sus esposas leen el libro y se lanzan sobre ellos», cuenta a The Times. «Todo el mundo tiene fantasías y sueños diurnos», explica, «sentiría lástima de alguien que no las tuviera». E insiste que Grey y él no tienen absolutamente nada en común más allá de que «los dos somos hombres».


«No me hubiera gustado ser Grey por todo el dolor que tuvo que pasar él». Admite que sus hijos, que ahora son adolescentes, no han querido leer el libro. «Es un poco como descubrir que tus padres tienen relaciones sexuales».

Lo más curioso de todo es que hace tres años ninguno de los dos era novelista y ahora los dos se dedican exclusivamente a la escritura y han dejado sus trabajos de siempre, ella como ejecutiva y él como guionista.

«Erika era una exitosa ejecutiva televisiva pero que se sentía vacía en el sentido creativo», explica. Siempre había querido escribir, pero no pudo hacerlo porque tuvo que criar a dos niños, ahora adolescentes. Finalmente, en 2009 se decidió.

«Lo que la impulsó fue la visión de la serie Crepúsculo. Le fascinó la historia. Devoró todos los libros de la saga y empezó a escribir en una página web para fans». Escribía bajo el seudónimo Snowqueens Icedragons (Reinas de la nieve, dragones de hielo) un relato por semana. Sus escritos ya contenían elevadas dosis de erotismo y de misterio. Y esto era precisamente lo que más gustaba a los lectores, muchos de los cuales eran incapaces de esperar una semana para conocer el desenlace de la trama.

Hasta que se decidió a hacer una novela. «Fuimos a comprar un escritorio para ella y yo escribía [los guiones de televisión] desde el cobertizo», afirma Leonard. Viven en una casa al Oeste de Londres.

Explica que Erika empezó a escribir en el metro, en el trayecto de su casa al trabajo y el recorrido de vuelta. Y después por las tardes y las noches. Se fue obsesionando con la historia que escribía. «No envidié que ella [Erika] publicara una novela, pero sí que se divirtiera mientras escribía», confiesa, algo que él no era capaz de hacer con sus guiones.

«[Erika] trabajaba todo el día y cuando llegaba a casa escribía. Tenía esa alegría por escribir. La gente como yo (los guionistas) nos sentamos delante del ordenador lamentándonos, fingiendo que es horrible tener que escribir cuando en realidad es lo que nos gusta hacer. A ella le gustaba y yo la envidiaba por esa falta de cinismo».

Un día a la semana se reunían en la cocina y ella le mostraba el nuevo capítulo. Él le hacía alguna sugerencia, pero ella no llegó a incluir ninguna.

Erika (E.L. James) publicó los dos primeros libros de la trilogía a través de una pequeña editorial independiente australiana. Escribía para sí misma y para que lo leyeran sus amigos, no tenía más ambición. Un día le comunicó que dejaba su trabajo para dedicarse a escribir. «Sentí un pinchazo de pánico porque el suyo era el único sueldo fijo que entraba en casa», reconoce a The Guardian.

No parecía que los libros fueran a tener más trascendencia hasta que, a finales de 2011,«empezaron a circular rumores de que las madres americanas se regalaban la novela en las puertas de la escuela y el campo de fútbol».

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