Nada menos que 33 años separan la nueva versión de El planeta de los simios (2001), de Tim Burton, y el clásico homónimo que la inspiró, dirigido por Franklin J. Schaffner en los sesenta.Burton y Schaffner, dos cineastas muy distintos que se han aproximado de modo muy diferente a ese mundo tenebroso regido por primates de instintos tan brutales como los propios humanos. Los dos proyectos nacieron, sin embargo, impulsados por un mismo hombre, el legendario productor Richard Zanuck.
Gracias a él, que ocupaba por entonces la presidencia de la Twentieth Century Fox (el estudio fundado por su padre, Darryl F. Zanuck) pudo llevarse por primera vez a la pantalla la novela de ficción científica El planeta de los simios (editorial Suma de letras, 2001), del francés Pierre Boulle. Ningún otro productor supo ver las posibilidades del relato. Todos creyeron que el público nunca se creería una historia como ésa, y pronosticaron que la cinta iba a ser un fracaso.
La situación se repitió a mediados de los noventa, cuando El planeta de los simios no sólo era ya uno de los clásicos de la ciencia ficción, sino una máquina de hacer dinero. La obra, convertida en una franquicia, había generado para entonces cuatro secuelas y dos series de televisión. Los directivos de la 20th Century Fox, estudio que Zanuck había abandonado hacía mucho, comprendieron que era el momento de hacer un remake del original, pero no sabían muy bien cómo.
El proyecto se puso en marcha hacia 1995, con Phillip Noyce (Peligro inminente) como director y el colosal Arnold Schwarzenegger como protagonista, repitiendo el papel que en su día hizo Charlton Heston. La nueva trama, con más de un punto en común con Terminator, giraba en torno a un experto en genética que viajaba en el tiempo hacia el pasado para salvar a la humanidad de una temible raza de simios guerreros. El presupuesto oscilaba entre 60 y 70 millones de dólares.
Pudieron más, no obstante, las dudas que los buenos propósitos, y la idea se pasó los cinco años siguientes de un despacho a otro. En este tiempo, se mantuvo siempre el nombre de Schwarzenegger como candidato favorito para encabezar el reparto, salvo alguna alusión a Harrison Ford, negada por él mismo. Variaron mucho, en cambio, los directores a los que se les fue encomendada la cinta: desde Chris Columbus (Harry Potter y la cámara secreta) a Oliver Stone y James Cameron.
Cameron, en la cima de su popularidad tras el éxito de Titanic, se hizo cargo del guión y la producción, aunque no de la dirección, para la que contactó con Peter Hyams (Timecop) y Michael Bay (La roca). Meses más tarde, el cineasta se lo pensó mejor y dejó a la Fox donde la había encontrado: sumida en la confusión. El proyecto no empezó a cuajar hasta que William Broyles (Apolo XIII, Náufrago) entregó en 1999 una primera versión completa del guión.
Tim Burton, especialista en crear mundos imaginarios, aceptó dirigirlo, y se mencionó a Matt Damon y a Leonardo DiCaprio para el papel protagonista. Parecía que iban a repetirse fiascos anteriores, cuando se anunció que Richard Zanuck, ya un profesional independiente, se hacía cargo de la producción, y todo empezó a marchar bien.Lo que no quiere decir que se acabaran los problemas, empezando por el reparto, sobre el que se hablaba mucho, pero que no acababa de cerrarse.
El personaje principal, el capitan Leo Davidson, recayó, al final, en Mark Wahlberg. Le secundaron los británicos Tim Roth, como el vengativo general Thade, y Helena Bonham Carter, encarnando a la rebelde princesa Ari. El colosal Michael Clarke Duncan dio vida al fiel coronel Attar, después de que el no menos ciclópeo Djimon Hounsou (Gladiator, Amistad) lo rechazara por problema de fechas. La campeona de natación y modelo canadiense Estella Warren era Daena, la chica.
Richard Zanuck les hizo un guiño a los aficionados contando con dos miembros del reparto original. Charlton Heston aparece como el anciano Zaius, el padre del general Thade. Repite, también en un papelito breve, Linda Harrison, la inolvidable Nova, como una mujer a la que llevan con otros humanos cautivos en un carro.Harrison fue la segunda esposa de Zanuck (eran amantes cuando se rodó la primera versión), y tuvo con él dos hijos, Dean y Harrison, antes de divorciarse.
Los actores se sometieron a interminables sesiones de maquillaje, con protesis dentales especiales para cada uno, obra del genial Rick Baker (Gorilas en la niebla), ganador de cinco Oscar. Un decorador, Paul Trachtenberg, murió durante la filmación al caer al vacío cuando pintaba un decorado, y Michael Clarke Duncan se dislocó un tobillo, sembrando el desconcierto en el hospital al que lo llevaron, cuando entró en urgencias en silla de ruedas...disfrazado de gorila.
Tim Burton advirtió que el filme, que costó 100 millones de dólares, era respetuoso con el original, pero que no había hecho una secuela ni un remake. El publico le respaldó, y el éxito de taquilla se saldó con una recaudación fabulosa de 359 millones de dólares.Kevin Smith (Dogma) acusó a Burton, sin mucha convicción, de haber plagiado el sorprendente final de la cinta de uno de sus «cómics». En el rodaje nació el amor entre Helena Bonham-Carter y Burton, que salía por entonces con la exuberante Lisa Marie, y la pareja espera estos días su primer hijo.
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