Antonio Navalón frustrado

A Antonio Navalón no le gusta la caza. Le encanta, sin embargo, utilizar similes cinegéticos para ilustrar algunas de sus mejores jugadas en el terreno de alta estrategia empresarial. Y ¿Cómo caza Navalón sus piezas más importantes? Sencillo. El montero se embosca en la maleza, justo al borde del sendero por el que, día a día, suele pasar veloz la pieza camino del abrevadero. Y espera con el rifle preparado. 

Y aguanta días, meses si hace falta. Algún día el hermoso ejemplar se detendrá a beber en la fuente... Pero aquel no era el sendero por el que Alicia Koplowitz solía transitar, así que Navalón decidió cambiar la caza por la pesca, un negocio, también, de mucha paciencia.

Tras el éxito de la operación salvamento de Mario Conde, milagrosamente rescatado para la presidencia de Banesto después de haber sorteado los mil peligros tendidos por el «stablishment» político y financiero madrileño, pocos equipos podían exhibir en la capital del Reino una hoja de servicios tan brillante como la del afamado «equipo médico habitual»: Matías Cortés, Antonio Navalón y Diego Selva. Así que Navalón alimentó su anzuelo, lanzó su caña en las profundidades del Paseo de la Habana y se dispuso a esperar. Hasta que sintió en su pulso los tirones de la pieza ensartada en el anzuelo.

Acababa de nacer, en estado embrionario, la que sin duda podía ser la operación más apasionante de 1990 y siguientes en el terreno del gran «business» español. Pero la simiente plantada por Cortés y Navalón era de naturaleza tan delicada que necesitaba de todos los cuidados para lograr que germinara. Nada de exponerla a los efectos de la luz del sol. Esa planta sólo podía crecer, como los champiñones, en la oscuridad, a buen recaudo de miradas y juicios indiscretos que podían abortarla antes de nacer. Las cosas parecían marchar a las mil maravillas. El pasado fin de semana del 4 y 5 de noviembre, parecía una evidencia que la firma de un contrato de asesoramiento entre «el equipo médico habitual» y las hermanas Koplowitz podía producirse el mismo lunes, 6 de noviembre. No se trataba de cerrar el paso a los Palacio & Delgado, Ana y Manuel, amigos de las millonarias en apuros, que ambos navíos, de calados tan dispares, podían transitar sin entorpecerse, dedicados unos al cabotaje, a la navegación de altura otros, por las aguas de la fortuna Koplowitz. Hacía ya varios fines de semana que Diego Selva se llevaba trabajo extra a su retiro de Elche.

La «Creación» de Gore Vidal dormía inacabada el sueño de los justos, y la manada de «alaskan malamutes» mostraba también su disgusto por los escasos cuidados dispensados por Selva, súbitamente enfrascado entre palmeras en el esbozo de una nueva macroestrategia salvadora para Alicia y Esther Koplowitz. Esos trabajos preliminares pasarían después a las manos de los primeros espadas del equipo, Navalón, un. fontanero autodidacta de lujo, curtido en batallas tales como el Banco Popular de Luis Valls, la UCD de Adolfo Suárez, la Rumasa de Ruiz Matees, los asedios fiscales de Javier de la Rosa, y el Banesto de Mario Conde, como piezas más notables de su colección.

Y Cortés, una cabeza jurídica, generalista, especializada en la filigrana estratégica políticoempresarial, cabalgando a lomos de uno de los sentidos del humor más lúcidos de estos pagos. Las derivadas de la operación eran obvias, aun a riesgo de entrar en los terrenos pantanosos de la ciencia ficción. La relación amistosa entre Mario Conde y «el equipo médico habitual» es un secreto a voces en el Madrid financiero, de manera que el nuevo frente abierto por Matías acerca de las hermanas Koplowitz podría tener consecuencias insospechadas, apasionantes sin duda, a medio plazo, involucrando tanto el futuro de Banesto como el del Banco Central.

La fusión que no pudo ser, el nonnato Banco Español Central de Crédito, muerto a los pies de los caballos del «felipismo» y sus amigos de la «beautiful», podía, un suponer, renacer de las cenizas para poner patas arriba, con el tiempo justo ante 1992, la estructura económica y el ranking de poder españoles. Un mundo de tremendas posibilidades se abría tanto para Conde como para las hermanas Koplowitz. Pero alguien ha querido pinchar el globo. Y lo ha conseguido. Las partes eran conscientes de que una operación como esta perece de muerte súbita en' cuanto se le da publicidad sin estar cerrada. Como un pajarillo que se asienta sobre un cable de alta tensión, el efecto es fulminante. Y es algo que está al alcance de cualquier abogado celoso, deseoso de cortar la estacha que podía unir la nave de las hermanas Koplowitz con tierra firme las dueñas del imperio Construcciones y Contratas se habrán ahorrado sin duda una importante minuta, que Matías Cortés es más caro que el caviar de beluga, pero deberán mirar con tiendo debajo de la cama, porque alguien puede estar intentando hacerles la ídem.

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