Hay que desdoblarse
Acosada como está por todas partes -menos por donde yo me sé, dice mi amiga la Susi-, la Thatcher, engallada al máximo, ha dicho que no piensa dimitir, que no piensa variar y que la autocompasión es una mariquitada indigna de un hombre como ella.
Y, desdoblándose, ha declarado a la prensa, como si hablara de otra: «No puedo cambiar a Margaret Thatcher. Yo soy así». Está claro que ese yo paralelo, cerril e inoxidable es ambivalente como Marlon Brando, un yo entre el estrógeno y el andrógeno y desdoblado hasta el punto, dice la Susi, de que la Thatcher podrá kamasutrear con ella misma si encuentra a su Denis más impávido de lo corriente. Con tamaño alarde de contorsionismo de la identidad, la Thatcher piensa resistir todos los achaques que le sobran.
Y, desdoblándose, ha declarado a la prensa, como si hablara de otra: «No puedo cambiar a Margaret Thatcher. Yo soy así». Está claro que ese yo paralelo, cerril e inoxidable es ambivalente como Marlon Brando, un yo entre el estrógeno y el andrógeno y desdoblado hasta el punto, dice la Susi, de que la Thatcher podrá kamasutrear con ella misma si encuentra a su Denis más impávido de lo corriente. Con tamaño alarde de contorsionismo de la identidad, la Thatcher piensa resistir todos los achaques que le sobran.
En la carrocería, picores en las Malvinas, prurito en el Peñón, soriasis en la Commonwealth. En sus adentros, inflamación en los tipos de interés, desarreglos en el déficit comercial, velocidad en la inflación. Y, en cuanto al flujo europeo, una sequedad en el Canal de la Mancha que la trae frita. Y la Susi me ha dicho: que aprenda Felipe. Porque, de momento, ya están iguales en la cerrazón. Por boca de Txiki ha dicho: «¿Gobernar de otra manera? ¿Para qué?» Así que ahora le toca desdoblarse. Con la mayoría anoréxica que le ha caído encima, bendito sea el 290, le acosarán con saña los que han doblado, los que han roto techo e incluso Adolfo el Incapaz.
Con su Carmen metida a diputada, con Nicolás haciéndole un marcaje pegajoso, con la mayoría absoluta del columnerío en contra, Felipe tendrá que desdoblarse. Para resistir y para darse gusto. Yo, en un insensato arrebato de ilusión, le he dicho a la Susi: a Felipe, al desdoblarse, a lo mejor le sale otra vez el traje de pana, la mata de pelo negro, las ganas de vivir a la vera del Guadalquivir y no junto al Potomac. A lo mejor se le pone otra vez el corazón a la izquierda. A lo mejor le sale de nuevo «Isidoro». Pero la Susi me ha dicho: darlin, no caerá esa breva. A Felipe, cuando se desdoble, le va a salir Isabel Tocino.
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