Vuelven los programas del corazón con Tola

No flipan ustedes, no sufren una alucinación recordatoria, no es real ese aroma al programa televisivo de hace una década, a aquella cosa tan sofisticada llamada «Esta noche». Aunque Carmen Maura vuelva a coquetear con la cámara mientras destaca las utilidades líricas del corazón, tan solo se trata de un guiño compartido para desearle un camino despejado y feliz al viejo Pygmalión. La puesta en escena ha sido impactante, adecuada para darle la entrada al actor principal. Este, que siente alergia a la vulgaridad, empeñado en crear fantasía de un material real, fascinado por el olor de los ricos y por la peculiaridad del lumpen estiloso y con conciencia de clase, ha conseguido que le vuelvan a pagar por montar su tertulia de amiguetes. Enhorabuena. 

Tola sigue en posesion de infinitos recursos histriónicos, de coordinación entre el párpado caido, la sonrisa estilo Hollywood, y entonación de canalleo distinguido. Como la audiencia se supone alta y diversa, como el personal nunca ha tenido muy claro de que va el colega, Tola intenta conjurar al milagro de la coctelera. ¿Que esperan? ¿Cotilleos y un «tete a tete» con esa gente que la mayoría de los currantes consideran tan embrujadoramente lejanos; surrealismo entre mundano y naif, despojar de inutil retórica. y del aire de misa programada a la conversacion espontánea entre dos conocidos que se tantean el estado del cuerpo y del alma, canciones de «losers» instalados y de «crooners» con romanticismo de cortijo y tirados con pedigrí?. 

Gracias a «Corazón» tenemos certidumbres tan imprescindibles como que las cremas para limpiar zapatos necesitan la solera, que hay que ir bien vestido a los sitios importantes, tipo acto benéfico de Serrano, cuyo objetivo es la defensa de la naturaleza, que la Maura y Tola se aman y se añoran, que el colegueo de ambos es desinhibido, las historias de su gato o la metodología del maquillaje casero, de los patéticos hombrecitos del traje gris y de los que ganaron, habiendo nacido para perder, de que un maniquí hopperiano y una pantalla que proyecta besos son el decorado mas chic para una conversación intima, de los mensajes existenciales de José Manuel Soto. La vida sigue igual.

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